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De ninguna parte a ninguna parte, segunda parte.

China - Hunan - Huaihua / Fenghuang (08/12/2006)
Todas las fotos de China aqui en HTML o Flash

Si Kaili pecaba de todos los vicios del urbanismo chino feo y gris, Huaihua, más todavía. Había cambiado de provincia, pero no se notaba en gran cosa, a parte del acento de la gente. Estaba en Hunan, o Fulan, como dicen los locales. Que pronunciación! En un idioma con tan pocas silabas como el chino, como puede existir un acento que cambie la H por F y la N por L?? ¡¡a la vez!! De los 300 y pico sonidos básicos que tienen han intercambiado 50!!. Mi primer encuentro con el acentazo hunanés lo tuve comprando ropa en Pekín, con una dependienta del mercado de Yaxiu. Fue algo así:

(Yo)- You nude ma? (Tienen de mujer?)

(Ella)- Mei you lude. (No, no tenemos verdes)

(Yo)- Bu yao Lude, yao Nude! (no lo quiero verde, lo quiero de señora)

(Ella)- Mei you lude! (Que no, no tenemos verdes)

Y vuelta a empezar.

Fue un dialogo de besugos. Hasta que entendí que su "lu" era un "nu" y que no era capaz de decirlo de otra forma. Pues en Hunan eran todos así, pero más de pueblo.

No tenía ninguna intención de pasar tiempo en aquel agujero urbano. En cuanto hube encontrado un lugar donde dormir me lancé a la búsqueda de un taxi de exploración. En vista del éxito moderado de las exploraciones de Guiyang y Kaili decidí intentar explicar claramente cual era mi objetivo al taxista: china rural, china emigrante, pueblos pequeños, arquitectura de madera, hacer fotos...... Me pillas? Para sorpresa mía lo entendió a la primera!

Pasar de la compresión teórica a la practica fue una historia diferente. Pronto entendí que ese señor no era muy de ir al campo por gusto. En general a los chinos urbanos no se les ha perdido nada ni en el campo ni en la naturaleza. Por otro lado, ningún habitante de las aldeas que yo andaba buscando debía usar taxis para llegar a casa, y el chofer no se conocía muy bien la zona.

El pobre hombre tenía buena intención. Insistía en llevarme a algún sitio interesante por mucho que yo quisiera ir a cualquier sitio corriente. Al poco de salir de la ciudad quedó en evidencia cuan perdido estaba. Paró a preguntar a unos moto triciclos taxi. Allí incorporamos al tercer miembro de la expedición. Uno de los conductores de motocarros se vino con nosotros para enseñarnos el camino hasta un pueblo a cambio de una comisión por sus servicios de rastreador. En realidad ambos parecían de lo más contentos haciendo ese trabajo extraño para un guiri con ideas raras. Después de comprobar que un coche no pasa por los mismos caminos que un motocarro y dar un par de rodeos, llegamos al pueblo en cuestión. Estaba al otro lado de un río y tenía buena pinta. El río se cruzaba con un trasbordador y en el embarque había una caseta con un par de póster explicativos en chino y una chavala con cara de gran aburrimiento. Al vernos revivió y se dirigió a nosotros para intentarnos vender un "tiket turistico" a lo que mi chofer devolvió una respuesta magistral:

-Turistas? Que coño turistas! Nosotros solo hemos venido a mirar!

Eso, eso, nosotros no somos turistas. Obviamente la de la caseta no debía tener mucha práctica porque quedo conforme y nos dejo pasar.

Nada más cruzar el río nos encontramos con la escuela local. Un buen sitio para ver los contrastes de campo y ciudad. Aulas cochambrosos, pupitres astillados y hordas de críos corriendo a tu alrededor y metiéndose por medio en la foto. No podía ser de otra forma.

Junto a la escuela había una casa tradicional imponente que debió ser la del mandarín local y que ahora debía albergar la oficina del Partido o algo similar. Justo al lado estaban cerrando el portón de una córrala antigua donde se representaban (quiza todavía se representan) operas chinas. Estaba perfectamente conservado con su escenario, sus gradas en balcones, muy impresionante. No pintaba nada mal el pueblo aquel...

Me apetecía ir a dar una vuelta a mi aire y a ver si hacía algún amigo. No contaba con que se tendría "escolta". El chofer y el "rastreador" se sumaron a mi paseo y aunque intenté insinuar discretamente que prefería pasear solo, no lo pillaron. O quizá sí, pero se lo estaban pasando en grande con la excursión campestre y no pensaban renunciar tan fácilmente.

Los chinos de ciudad no tienen ninguna duda sobre su superioridad sobre los de campo. Como resultado no había forma de hablar educadamente a los del pueblo. Si me paraba en la puerta de una casa y cuidadosamente intentaba preguntar si podría pasar a echar un vistazo al patio..... demasiado tarde. Mi escolta ya estaba dentro como Pedro por su casa haciendo comentarios y tocándolo todo. Un desastre.

En un par de ocasiones pregunté si podía hacer una foto pero mi escolta contestaba en lugar del dueño: "claro, por supuesto!". Si el dueño replicaba, le echaban la bronca como si ellos fuesen los dueños de sus derechos de imagen. No lo hacían con maldad, simplemente eran un par de zafios patanes de ciudad.

 

El pueblito conservaba la arquitectura y la atmósfera de un lugar rural autentico. Llegaran ha convertirlo en un sitio turístico si se lo proponen, pero de momento no lo era. La guinda habría sido poder hablar con la gente, pero con mi escolta camorrista no fue posible.

 

Volvimos a Huaihua y decidí explorar un poco antes de la cena. Por aquí y por allá había rascacielos en construcción (como en cualquier rincón de china) pero con un toque casposillo provinciano. En unas cuantas tiendas y en un par de "peluquerias de final feliz" vi a los dependientes/señoritas metidos en una especie de gran cajón de madera. Después de verlo en varios sitios me acerqué a mirar que era aquello. El remedio para el frio -que no es mucho- en esta parte de China consiste en sentarse todos bien juntitos dentro de una gran caja de madera que luego se cubre con un edredón. También hay un hueco en el fondo para meter un brasero. Es la mar de gracioso entrar en una tienda y ver dos o tres personas metidas en una caja y más todavía que te inviten a sumarte.

Después de considerar varias posibilidades de transporte decidí que en vez de seguir camino hacia Changsa (capital de Hunan) seguiría hacia el norte hasta Fenghuang y de ahí a Pekin en un tren de 24 horas, en vez de avión.

Fenghuan SI era un lugar turístico pero me constaba que era muy bonito. A la vista de los escasos resultados obtenidos en la búsqueda de la china anónima decidí que iba a intentarlo con la China conocida. Después de comprar mis billetes de tren me fui a cenar a "Montecarlo" un antro decorado con escultura clásica y columnas griegas con pretensiones de ser un restaurante occidental. Probablemente yo era el único occidental que había pisado jamás ese restaurante. El menú, con traducción inverosímil y ortografía "creativa" en ingles, contenía variados cortes de ternera provenientes de lejanos rincones del mundo: solomillo de nueva zelanda, chuleta de brasil.... No me cuadraba. Otro tanto ocurría con los cafes de Colobia, de Arabia, de Jamaica.....en este antro?! Efectivamente, no. El filete, en realidad, solo podía ser de una clase (y lo jodieron cubriéndolo de una salsa indefinida) y el café solo de sobre. Todo se explica.

A la mañana siguiente, bien temprano, salí de camino a Fenghuan en tren.

El tren solo llegaba hasta Jishou, otro pueblo-ciudad mediano. Desde allí quedaba una hora de carretera. Era una oportunidad más de cruzar "campo anónimo" y me busqué un taxi para el trayecto. El chofer resulto ser de la minoría Tujia y un cachondo mental. De alguna forma se notaba un carácter "no Han". Le conté lo que andaba buscando y lo entendió a la primera. El mismo había sido emigrante años atrás. Se fue a Shenzhen en Guandong, a trabajar en la obra, pero en cuanto pudo se vino al pueblo, se compro un taxi y se caso. Ahora era feliz. Ganaba bien y trabajaba poco. Las prioridades las tenía bien claras.

En el camino a Fenghuang fuimos cruzando pueblitos con casas de adobe y techos curvos, campos de arroz, bufalos... campo a la antigua.

Paramos en uno de ellos para que diese una vuelta. Esta vez fui sin escolta. El pueblo era muy autentico. Más que calles había cuestas y escaleras, pero no había un alma por allí. La gente debía estar en los campos. Finalmente me crucé con un abuelo que estaba secando guindillas. Me miro raro -lógico-, me saludo, me dijo que hacía por allí y me invitó a un té. Su casa estaba presidida por un gran poster de Mao casi en situación de altar. Mao era Hunanés y su foto está todavía en todas partes. Costaba lo suyo entenderse con el acento hunanés de pueblo... pero tampoco íbamos a ponernos a disertar sobre arte contemporáneo. Después del te me invitó a comer pero decliné la oferta pensando en mi chofer que estaba esperando. Cuando volví el taxista estaba echándose una siesta con los pies en el volante. Al contarle la historia me dijo: "y por que no te has quedado a comer?". Un Han probablemente me habría pedido que le pagase por la espera del té. Nunca se sabe.

Llegamos a Fenghuang y resulto ser tan impresionante como prometía. El pueblo está atravesado por un rio rodeado por murallas. En algún momento de la historia había sido una encrucijada comercial importante. Las casas de las laderas junto al río estaban costruidas sobre pilares y el conjunto era 100% de postal. Por alguna razón Fenghuang no sale en las guías de viaje extranjeras, pero es un destino muy popular para los chinos. No queda una sola casa en el pueblo que no sea un hotel, un restaurante o ambos. En temporada alta debe ser algo agobiante, pero en diciembre no había nadie. Por un precio muy razonable me alojé en una habitación con vistas increíbles y un balcón de madera sobre el río. Era el único en esa casa.

Me pasé el día siguiente recorriendo las callejas, subiendo por las murallas e intentando colarme en los sitios sin restaurar. Por la tarde acabé en una escuela justo a la salida de clase y me lleve un susto al ver a todo el alumnado en pose militar. Cientos de chiquillos estaban formando pelotones, moviéndose al compás y desfilando. Un ejercito en miniatura, que miedo! Esta bien inculcar disciplina, pero creo que aquí se pasan un poco.

Fenghuang fue la ultima etapa. Al día siguiente volví a Jishou, me subí a mi tren y 24 horas después estaba de vuelta en Pekín.

Era el ultimo viaje del 2006. El ultimo viaje de mi año sabático. Y justo un año después, por fin encuentro el animo para contarlo. 2007 ha sido un año casi sin viajes. Espero resucitar este blog con el año que entra, año olímpico en Beijing!

De ninguna parte a ninguna parte

China - Guizhou - Guiyang / Kaili (04/12/2006)
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No puedo resistirme a empezar con un poco de auto bombo. ¡¡Viajeporasia ha salido en El País!! Nada menos! Apareció como blog invitado el 1 de enero. Mira!
Ahora, a lo que toca. Al viaje!

En muchas ocasiones, mientras cubría algún largo trayecto a través de China, he atravesado lugares donde me hubiera gustado hacer un alto. Por desgracia el tren o el barco de turno no estaban a mis órdenes. Eran paisajes y pueblos totalmente anónimos que conservan la arquitectura y el aire de la China tradicional. Me pasó cruzando China de Urumqi a Chongqing, también bajando por el Yangtse, de camino a Dunghuang....en todas partes. Son pueblecitos o aldeas sin ningún monumento especial, demasiado pequeños para salir en los mapas, no lo suficientemente espectaculares como para atraer la atención de ninguna industria turística y precisamente por eso; auténticos y preservados.

 

China esta llena de ciudades construidas sobre el mismo plan urbanístico, con las mismas avenidas demasiado anchas y las mismas casas cuadradas horribles cubiertas de azulejos de aseo. Aun así, aquí y allá, en zonas lo suficientemente pobres como para que sus habitantes no se puedan permitir -todavía- el hormigón, hay pueblos con encanto. Son estampas que evocan las imágenes que uno se hace de China desde Europa: oscuros tejados curvos, casas de madera, arroyos, verdes arrozales, niños con vacas...

Estos sitios, pobres y perdidos, son la fuente inagotable de emigrantes que van a las ciudades a buscarse la vida. Desde que empecé con el reportaje "albañiles de Pekín" tenía ganas de ir en busca de sus orígenes y ver a esa gente en su contexto.

Por otro lado, viviendo en Pekin, uno tiende a olvidarse de que el 70% de los chinos son población rural y mucho más pobres que en las ciudades... No viene mal ir a conocer una realidad que es representativa de la mayoría del país.

En junio, al principio del "viaje por Asia", atravesé Hunan y Guizhou de camino a Kunming. Desde el tren veía por todos lados paisajes de "campo autentico". Son dos de las provincias menos turísticas del país, dos provincias en las que yo tampoco había estado nunca. Me había quedado con las ganas y ahora era la ocasión.

Bueno, pues por todo eso y porque parece ser que en enero volveré a la dura vida de currante... decidí a usar mis ultimas semanas de libertad en China para dar una vuelta por el sur profundo. Un viaje entre las capitales de Guiyang y Hunan, de ninguna parte a ninguna parte a través de ninguna parte. El objetivo era llegar a los sitios anónimos donde nunca llego con los trenes de largo recorrido, parar en el medio, saltar en marcha .... Suena fácil, pero resultó no serlo.

El viaje empezó en Guiyang, una ciudad de 3 millones de habitantes en medio de las montañas de Guizhou. No es un mal sitio para pasar el día a pesar de no tener nada especial. Las calles empinadas, un río que fluye (no como en Pekín), varios parques, un estatuón de Mao.... dan para un paseo agradable.

Estaba viajando con mi vieja guía del 2001. Cinco anos de desfase son un problema en cualquier lugar, pero cinco años en China equivalen a quince o veinte años en Europa. La lectura solo me sirvió para llevarme sorpresas y alucinar con los cambios ocurridos entre lo escrito y lo que veía. La lista de hoteles no me cansaba ni en leerla. Ninguno sigue en el mismo sitio y lo que fueron "moquetas limpias de una nueva pension" hace mucho que dejaron de serlo. Mi técnica es explicarle al taxista el tipo de sitio que quiero y dejarme llevar. Otro tanto hago para encontrar lo que ando buscando.

Según mi guía apócrifa, Guiyang es "una mezcla de pueblo y ciudad; de casas de madera y hormigón", pero eso era en 2001. De las casas de madera, como me confirmaron varios taxistas, no queda ni rastro. La capital no está nada mal para ser una provincia de las más pobres del país. La concentración de rascacielos y apartamentos para ricos está al nivel de cualquier otra mega urbe. Otro tanto se puede decir de Mc Donalds, los coches, la gente....no son tan diferentes de lo que se encuentra en Pekín.

Una seña de identidad bastante toca pelotas de Guiyang son los cruces subterráneos. Para luchar con las eternas peloteras que forman el trafico y los peatones chinos, han decidido tomar una mediada drástica. Todos los pasos de peatones son subterráneos. Debajo de cada intersección importante han creado un pequeño laberinto lleno de tiendas por el que se puede cruzar y de paso comprar la cena. El sistema no solo es malo por el coñazo que supone andar bajando y subiendo escaleras cada dos pro tres; lo peor no es eso. Para alguien con tan pobre sentido de la orientación como yo, lo de laberinto no es una metáfora. Cada vez que entraba en el subsuelo me encontraba con una oferta de 3 corredores a elegir. Después se cruzaban bifurcaban y yo terminaba indefectiblemente emergiendo en la esquina opuesta a la que yo quería. Y vuelta a empezar.

Después de visitar Guiyang me lancé a la exploración de lo anónimo. Desde el avión, al aterrizar, había visto que no lejos de Guiyang abundaban los valles y los pueblitos. Desde el aire se veía claramente una red de aldeas, ríos, montañas y senderos. No debería ser demasiado difícil salir del centro y perderse por allí, o si?

Mi intención era coger un taxi para el día y salir de la ciudad. Para mi la idea estaba clara: alejarse del centro y tirar por caminos cada vez más secundarios, pero claro, esa idea tenia que entrar en la cabeza del chofer. Ahí nos topamos con la dura realidad. Para poner las cosas un poco en contexto debería empezar explicando lo que se debe y no se debe esperar de las capacidades cognitivas de un taxista chino. En Pekín, por ejemplo, basta pedir que se te llevé a un sitio pasando por un segundo para que el conductor entre en cortocircuito. Todavía no he encontrado un conductor capaz de entender que un mapa es una representación geométrica de la realidad. Ellos conducen siguiendo una serie de puntos conocidos que se conectan pero no necesariamente siguiendo el camino más "logico"... digamos que la percepción del espacio es muy distinta. Luego estaba el problema de hacerle entender el fin del viaje: que quería ir a "ningún sitio" no necesariamente uno concreto, sino un estilo... Demasiado pedir. Después de un par de intentos kafkaianos de hacer llegar la idea opte por un plan B. Puesto que no parecían capaces de entender que simplemente quería ir al campo, les pedí una lista de sitios turísticos con la esperanza de que uno de ellos estuviese lo suficientemente lejos como para cruzar algo de interés en el camino. Ahora sí! Un turista tiene que ir a ver un sitio turístico. Ahí ya empezábamos a entendernos.

Elegí una supuesta "ciudad antigua" amurallada que estaba a 30 km de la capital. Cuando ya estábamos en marcha le explique que quizá hiciésemos algún desvío en el camino, pero no hizo falta. Los 30 km fueron siguiendo un vía importante y todo que veíamos en los alrededores era una prolongación del paisaje urbano. Los pueblos de hormigón enlazaban unos con otros hasta que llegamos a destino. La ciudad antigua no estaba mal pero había pasado bajo el rodillo de la industria turística china: ticket office, puestos de souvenir en lo que fueron casas tradicionales, chiringuito para hacerse fotos disfrazados de emperador sobre las murallas. Puro kistch. Intenté seguir a pie hasta el pueblo siguiente, pero no llegué muy lejos. El primer día de exploración había salido un poco rana.

Después de Guiyang me dirigí a Kaili. Una ciudad mediana en mi camino hacia Hunan y en medio de ninguna parte. Kaili esta rodeada de aldeas de varias minorías étnicas en una zona montañosa. Los alrededores de la ciudad eran un atractivo en si aunque esta vez no iba en busca de minorías. Mi idea era intentar otra técnica para llegar a "ninguna parte" en el camino. Según la vieja guía, la carretera a Kaili era un largo patatal y el trayecto llevaba entre 5 y 10 horas de bus. Mi plan era bajarme del bus a medio camino cuando parásemos cerca de algún pueblecito. Después de dar una vuelta por allí seguiría camino en el bus siguiente o el día después. De nuevo, sorpresa! El patatal había sido mejorado hasta la categoría de autopista. El trayecto duro 2 horas y no hubo paradas! En China se para siempre, SIEMPRE! a coger gente en cualquier sitio. Son una de las pesadillas de cualquier viaje por carretera! Pues tuve la suerte de hacer el primer trayecto civilizado en mucho años. Hay muchas carreteras de primera donde uno puede encontrarse con el carro de turno, unas vacas o unos señores secando la cosecha sobre el firme. En esta no. Esta era una autopista en toda regla con sus túneles, sus puentes y su vallas de seguridad. Fue una pena porque lo que íbamos pasando era perfecto. Valles y más valles, un río después de otro y aldeas de lo más autentico aquí y allá. Lastima de coche propio!

Kaili resulto ser una sucesión de bloques de hormigón a cual más feo. Gris, sucia, lluviosa y deprimente. Mi esperanza eran los alrededores. A la mañana siguiente intenté la técnica del taxi otra vez. Opté directamente por dar al chofer una dirección clara y concreta. Había preguntado en la recepción del hotel por varios pueblos de los alrededores y nos dirigimos a uno. El paisaje era perfecto, la carretera llena de curvas se metía entre las montañas y de pronto.... Atasco! Un coche (que había adelantado a lo "vidente" en una curva sin visibilidad) se había estampado de frente contra un camión y la carretera estaba cortada. El coche estaba medio fuera de un barranco y no se podía mover. El camión también tenía la dirección reventada y aquello tenía pinta de ir para largo. Así fue. Pasamos un par de horas parados esperando a que llegase la policía, una gran grúa, a que levantasen el coche etc. Toda la gente de los coches y autobuses se apeó y estuvieron haciendo corros como solo en China se hace. No estuvo mal porque fue una ocasión de ver a la gente de los pueblos cercanos y a los que iban o venían de Kaili.

Al cabo de un par de horas de circo seguimos hacia destino. El paisaje era impresionante y nos encontrábamos con pueblos cada poco tiempo. Todos eran de minorías Miao y otras. Yo andaba buscando la china Han profunda, pero aquello tampoco estaba nada mal. El pueblo de destino también era Miao. Estaba encaramado en una colina junto a un gran río. Era realmente bonito. No había ningún turista a la vista, extraño. Recorrí el pueblo de arriba abajo con la intención -ingenua- de que eso bastaría para llamar la atención y generar la ocasión de pegar la hebra con alguien e invitarme a su casa a conocer la familia o tomar un té, pero no pasó. No debía ser tan llamativo como yo me creía. Cuando ya estaba yéndome de allí se montó revuelo en la plaza. Un montón de mujeres con el traje tradicional Miao empezaron a congregarse. Pensaba "que casualidad!, he pillado alguna festividad local!". Pero no. En pocos minutos llegó a la plaza una manada de turistas chinos que había llegado en autobús. Todo aquel tinglado lo habían montado a posta para ellos. Me pareció el momento adecuado para irme.

De vuelta a Kaili paré en otro par de pueblos con pinta menos pintoresca, con la esperanza de que no los hubiesen transformado en atracciones, pero tampoco. Eran bonitos, bien preservados, pero los souvenirs eran lo primero que uno se encontraba al llegar. Después de varios días moviéndome por el paisaje que quería, la búsqueda de la china anónima Han seguía sin cuajar.

Después de Kaili seguí camino en tren hasta Huaihua, la siguiente parada en el camino hacia Hunan y un agujero todavía mayor que Kaili.

 

 

Nocheviejas

Festival de año nuevo - PekínEspaña - Almansa
Fotos de Año Nuevo en Pekín aquí . Todas las fotos del viaje aqui.

Como de costumbre llevo un mes de retraso en mis crónicas de viaje. No se como me las arreglo para no estar nunca al día. Ahora estoy de vuelta en España, como el turrón por Navidad. Desde aquí me parece difícil creer que hace unas semanas andaba por las montañas del sur de China . Me cuesta escribir esos episodios sobre todo sabiendo que serán los últimos... Hoy va a tocar otra cosa, por invitación de El Pais.

Nochevieja se acerca. La pasaré en mi pueblo, en Almansa. El ritual se repite desde que tengo edad para salir: uvas, bares y copas. Por retorcidas circunstancias de la vida laboral, un año "escapé" de esta monotonía y pasé el fin de año en Camboya . Allí, el paso del 2003 al 2004 se esperaba con la misma expectación y se celebró con el mismo entusiasmo que el paso de un martes a un miércoles cualquiera.

Nadando en el lago heladoEra fin de año, estábamos en Battambang, en medio de ninguna parte, y con un poco de mala suerte no tendríamos ni donde esperar la llegada de medianoche porque todo el mundo estaría durmiendo. Descubrimos que existía un sitio llamado "Riverside Terrace" que iba a estar abierto. Con esperanzas renovadas nos pusimos nuestras bermudas de gala y allí que nos fuimos a cenar. El antro resultó ser una vieja casa colonial de madera con una gran terraza que debía dar al río. Nunca lo vimos porque sin alumbrado en las calles no se veía más que negrura. Allí había unos 8 guiris, la camarera y el gato. Pedimos lo más suculento de la carta: una hamburguesa con queso y después empezamos con los gintonics mientras esperábamos el gran momento. A falta de reloj con bola, tuvimos que fiarnos de mi Casio de pulsera. Cuando faltaban unos segundos para las doce y con la ayuda de una cucharilla y una lata de coca cola vacía, hicimos las campanadas y nos dimos el atracón de uvas de rigor. Como cada grupo de guiris seguía un reloj distinto hubo un cambio de año un tanto descoordinado pero al final todos terminamos de entrar en el 2004 y hubo abrazos, besos y todo lo demás. Esa fue nuestra modesta celebración. En todos los alrededores: nada. Silencio. Camboya dormía hace rato.

Y la cuestión es: Por qué hacemos una fiesta al cambiar de año? Pues no lo sé. Es una costumbre, pero lógica, lo que se dice lógica.... Igual podíamos celebrar el cambio de estación o de mes y no lo hacemos. Uno asume que es obvio que cuando el último dígito de la fecha cambia cada 365 días, hay que pillarse una melopea y celebrarlo, pero me temo que no es así en todo el mundo. Varias religiones y culturas tienen calendarios que marcan el año nuevo en otras fechas y no parecen inmutarse por el cambio de año que ocurre entre diciembre y enero.

Petardos en el patioQuizá sea mejor ignorar las fiestas foráneas que copiarlas mal o copiar solo la estética sin saber de que va el fondo. En Japón , un amigo se encontró con Santa Claus crucificado en un centro comercial cargado de decoraciones navideñas. Los responsables tenían una pequeña confusión entre la figura de Cristo y San Nicolas... Parece que no lo hicieron aposta, pero así, por error, consiguieron expresar el sentir de no pocos occidentales.

Lo opuesto de Camboya ocurre en Rusia donde celebran dos veces. El calendario Juliano sigue en vigor para festividades religiosas. La nochevieja "oficial" cae el 31 uno de diciembre. Luego, el 14 de enero, viene el "viejo año nuevo", según el antiguo calendario, con su "vieja nochevieja" que sirve de excusa para una borrachera más.

Aun no he estado en Rusia para ver los dobles "años nuevos" pero si he pasado varios Años Nuevos Chinos en Pekín . Suele llegar cuando las resacas de la nochevieja gregoriana (sobre la que los chinos pasan de puntillas) y las promesas de no beber jamás, ya quedaron olvidadas. Es la ocasión de hacer "dos por uno" con fuerzas renovadas y en dos estilos diferentes.

El alcohol, el confeti, los abrazos son secundarios en China . Allí lo principal es intentar suicidarse colectivamente con fuegos artificiales. En 2004 pude asistir al festejo como invitado de unos amigos pekineses. Fuimos a las afueras (en el centro estaban prohibidos los petardos) en coche. Al cruzar el cuarto anillo de circunvalación el paisaje sufrió una metamorfosis. El coche circulaba entre lo que parecía un campo de batalla. Junto a la carretera la gente tiraba todo tipo de cohetes y tracas. Los chispazos de colores impactaban en las ventanillas. La gente, como loca, prendían todo lo imaginable al lado de los vendedores ambulantes, que llevaban una tonelada de petardos en un carrito de supermercado. Mi esperanza entonces era que mis anfitriones, más juiciosos, no se meterían en ese fregao. Nada más lejos de la realidad. Lo que hacían era buscar un espacio lo suficientemente amplio para desplegar su propio arsenal.

Fuegos artificiales en el patio interiorTiraron de todo pero lo que más me asustó fueron los morteros. Eran unos petardos con forma de seta y del tamaño de un melón (no exagero) que encendían y metían en un cañón precariamente vertical. Un primer buum! lanzaba la mitad del petardo al cielo y allí explota haciendo una palmera de las de "Ohhhhhhhh!". Milagrosamente, después de una hora de pirotecnia casera, nadie sufrió ni siquiera una quemadurita. Con esos estruendos de buen augurio habíamos recibido el nuevo Año del Mono. Pensaba entonces que aquello había sido espectacular, pero un año más tarde, llego el del Perro con muchísimo más ruido. Pekín levanto la moratoria de 10 años que prohibía el uso del divertimento favorito de la población. El campo de batalla se trasladó legalmente a todo el centro de esta mega ciudad de 15 millones de habitantes.

Se juntaron el hambre y las ganas de comer! Las economías familiares boyantes y la revancha contra los 10 años de prohibición dieron lugar a una locura pirotécnica colectiva que empezó por la tarde y que alcanzó su clímax en torno a medianoche. Todo Pekín era un ruido continuo y en el cielo no cabían las explosiones. Algo verdaderamente impresionante. La gente utilizaba cajas lanzaderas con suficiente poder explosivo como para volar un tanque y que podías comprar en cualquier esquina. Disparaban desde los jardines, los patios interiores, desde encima del hielo de los lagos congelados e incluso en medio de las avenidas!! Cada dos por tres estallaban "palmeras" junto a mis ventanas. Una locura.

Feria de año nuevo del Templo de la TierraPero no todo son petardos en el Año Nuevo Chino. Para muchos representan sus únicas vacaciones y la ocasión de volver a casa. En un país con 150 millones de emigrantes rurales y otros muchos urbanos, ese retorno "todos a la vez" se convierte en una peregrinación de dimensiones bíblicas que colapsa durante días todos los medios de transporte. Son unas fiestas de carácter familiar. El objetivo de todos es llegar a casa. A parte del estruendo nocturno de la pólvora, todo queda inusualmente en calma en las calles. La ocasión para salir de casa con los parientes la presentan las ferias de año nuevo de los templos. En las ciudades supone una rara oportunidad de ver una manifestación de la cultura tradicional y para sumergirse en un mar de gente de los que tanto abundan en este país gigantesco. Pero todo eso tendrá que esperar a mi vuelta a Pekín .

Me temo que aquí, esta noche, el estruendo será más bien el de la música de los bares. Se acaba el año. Este sabático 2006 que me ha servido para ver tanto. En enero vuelta a la "vida real", ya no seré un viajero full time y este blog adelgazará a base de un régimen de vacaciones ordinarias de currante.

Festival de farolesAl menos mi retraso redactor me dará la ocasión de contar la ultima etapa de este camino: un viaje experimental. Yendo de ninguna parte a ninguna parte, empezando, pasando y terminando por rincones anónimos del sur de China. Aprovecharé la resaca de nochevieja para ponerme al día y disfrutar en diferido de las memorias de este año de viaje que se acaba.

Mongla. Un casino chino en la Jungla.

Myanmar -- Mongla (24/10/2006)

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Mongla (Mengla) es una anomalía geopolítica. Una especie de borrón en las fronteras internacionales. Un vertedero para vicios chinos fuera de las leyes chinas, ahí, justo al otro lado de la frontera. Había leído de este territorio ya hace años en mi guía de China. Se hablaba de ese lugar de perdición al otro lado de la frontera, al que solo los chinos tenía permitido cruzar. Ahora yo estaba en ese otro lado de la frontera, en el lado birmano y a tiro de piedra de la escondida Sodoma de la jungla. No podía dejar pasar la ocasión.

Llegar a Mongla es una odisea. Es legal, lo cual me extraña, pero no fácil. Desde Kengtung hay solo 80 km de una carretera de montaña sorprendentemente buena. En el futuro será parte de una conexión China-Tailandia a través del apéndice birmano que las separa. Algo como lo que están haciendo en el norte de Laos , pero más modesto.

El viaje se hace en taxi compartido que sale cuando está lleno. Eso tiene el gran inconveniente de que no hay hora fija, claro. La espera se puede aprovechar para preparar los tramites. El chofer al que le has tocado como cliente tiene que aprovisionarse de un fajo de fotocopias de tu pasaporte y otros papeles antes de salir.

La primera parada es un chiringuito indefinido de la policía donde rellenan unas cuantas hojas por triplicado con papel carbón a la antigua. Cualquiera diría que se dirige uno a una estación espacial en vez de al pueblo de al lado. Todo lo que tenga que ver con burocracia y papeleos en Birmania tiene un toque siniestro-bananero. Policía, ejercito, aduanas, controles varios...todos depiden un claro tufo dictatorial. Los que se sientan en las oficinas tienen un aura de seguridad, confort y riqueza mientras que los ciudadanos de a pie que se dirigen a ellos tienen siempre esa sonrisa de sumisión del que no quiere tener problemas con los jefes. Esa primera oficina no era excepción con su buen montón de "funcionarios" haciendo nada y mirándote con cara de pocos amigos.

La carretera hacia Mongla es toda curvas. Desde algunas se veían los valles y las aldeas de tribus aquí y allá en las montañas, pero está prohibido andar de paseo por esa zona. Corre el rumor que al otro lado de esas lomas se cultivan grandes extensiones de adormidera con el consentimiento del estado. Quien sabe? A lo largo del camino hay 4 controles de carretera a cual más bananero donde hay que presentar el fajo de papeles que hicimos antes de salir. Después de tres horas de carretera se llega a la "entrada" de Mongla y uno empieza a sentirse en China... El pueblo en si, como tal, como atracción, tiene un "ticket office" al más puro estilo del turismo capitalista chino. El ticket está escrito en chino y se paga en yuan, que es la única moneda valida a partir de ahí. Los señores de la garita tienen cara de birmanos pero hablan chino.... Acabábamos de entrar en la SR4 (Special Region 4). De aquí en adelante el gobierno de Yangon no pinta nada. Las matriculas son diferentes, la moneda y el idioma es diferente y las "fuerzas de seguridad" son las tropas del Eastern Shan State Army mandado por un señor de la guerra llamado U Sai Lin. Me resulta difícil imaginar que nivel de suciedad y tejemaneje internacional ha dado lugar a la existencia pacífica de este rincón del país. Las guerrillas que operan en muchas zonas remotas de Birmania están en permanente lucha con las tropas del gobierno central. Aquí no. Aquí hacen de su capa un sayo y les han regalado su trocito de tierra para disfrute y abuso de los vecinos chinos. Muy muy muy oscuro.

La primera parada a la llegada fue en la garita de control de turno. Esta batía con creces los niveles de desgana de todos los anteriores. El señor detrás del mostrador iba en camiseta de tirantes y longi bien gastado. El anillo de oro de su índice tenia demasiadas piedras gordas para haber sido comprado con un sueldo honrado. En un sofá al otro lado de la "oficina" otros 3 o 4 "burócratas" también en ropa de andar por casa, se dedicaban a ver canales extranjeros en su tele por satélite. Nadie se inmuto lo mas mínimo por tener un visitante en casa. Gentuzamen.

A pesar de estar en todavía Birmania, la entrada en la ciudad fue un regreso arquitectónico y estilístico a china: grandes avenidas desalmadas preparadas para un trafico que no existe, edificios de hormigon feo-kitsch, tiendas cubiculares abiertas sobre la calle. China 100%.

Me instale en un hotel y me fui a dar un voltio. Según tenia entendido, los principales "atractivos" de la ciudad eran: los casinos y el juego, la prostitución, las drogas y el celebre mercado de animales donde venden especies protegidas. Para facilitar a los ciudadanos de toda la enorme China el acceso a este paraíso extraterritorial, las compañías aéreas operan mas de 20, repito VEINTE!! vuelos desde muchas grandes ciudades chinas hasta el pueblo al otro lado de la frontera. Desde ahi, en un paseo, y con el DNI chino, cruzan sin problemas al pseudo "extranjero" de Mongla y son libres.

Muchos hoteles y el gran casino tenían un aspecto demasiado desierto incluso para ser mediodía. De camino al mercado de los bichos me encontré con unos cuantos restaurantes donde había ya un buen repertorio de animalillos listos para ir a la cazuela. Los mas raros: king cobras, boas que debían pesar 70 u 80 kilos, un armadillo, halcones, búhos, tortugas de mar del tamaño de una persona.... Muchos de los restaurantes tenían carteles con fotos de tigres y grandes vasijas de licor casero con serpientes (muy típico en china) y con fotos de tigres. Creo que es el viagra de la medicina tradicional. Según creen, para desgracia de los pobres felinos, comer o beber ciertas partes de un tigre te pone como un tigre. Eso debe ser especialmente importante cuando uno se prepara para el otro "mercado de la carne".

El mercado central se vendía lo típico: pescados, verduras, gallinas; lo menos típico, mas bichos en peligro de extinción: camaleones, roedores gigantes, huesos de algún gran felino secos, pichas secas de bichos que no alcanzo a reconocer (no es tan fácil identificar a un bicho por la forma de su picha disecada) .... Al mismo tiempo, en todas las tiendas que rodean la plaza del mercado, en una curiosa yuxtaposición comercial, se vendían señoras y señoritas.

A esa hora de la tarde estaban recién levantas, todavía en ropa de dormir y sin maquillar; tomando la primera comida del día a la puerta del garito. No ponía "puticlub" en luces de neon en ningún sitio, pero los antros tenían la pinta inconfundible de peluquería-prostíbulo chino de poca monta.

Por la tarde me fui a dar una paseo hasta la frontera. Me gustan las ciudades fronterizas. Son el único sitio donde puedes preguntar "Por donde queda China?" con la misma naturalidad con la que puedes preguntar en medio de Madrid por la calle Preciados. Llegue hasta la mismísima puerta de China, pero no estaba abierta para mi. Desde lo alto de un templo cercano se podían ver los dos países a la vez, las torretas, las alambradas.... Ok. no es lo mas divertido del mundo pero no había mucho mas que hacer en el antro aquel hasta que llegase la noche.

Cayo la noche y con ella empezó a caer la lluvia. Volví al mercado a cenar en uno de los muchos chiringuitos de pinchitos. Era la hora normal de la cena y además, fin de semana pero todo estaba casi vació. En el camino había visto los casinos todavía apagados. Era un poco extraño. La hilera de puti-bares tenia ya las luces rojas encendidas y las chicas maquilladas a la espera....pero no había clientes. Poco movimiento. De vez en cuando pasaba un coche, un puñado de mozas posaba ante las luces y alguna "afortunada" se iba en el coche, pero poco mas. Ni música, ni jolgorio ni hordas de chinos viciosos como esperaba. Me puse a hablar con el dueño de mi chiringuito en busca de explicaciones. Al parecer el gobierno chino cierra su lado de la frontera de vez en cuando, especialmente en las proximidades de los festivos nacionales. Acababa de ser el día nacional y desde entonces todo estaba parado. Según mi informador, si hubiese venido en Agosto, habría encontrado el mercado lleno hasta la bandera. Que suerte!

A mitad de la cena cayo un rayo muy cerca y se fue la luz en Mongla durante el resto de la noche. Si la cosa estaba ya apagada de por si ahora quedo muerta. El "red light district" se quedo sin "light". Intenté encontrar algún garito de juego funcionando pero lo único que encontré fue un par de mesas donde la gente perdía su dinero a los dados. Todo muy triste y muy cutre. El gran casino de la calle principal estaba cerrado, las calles vacías....por designios de Pekin, era la temporada baja. Di una vuelta con la esperanza de tropezarme con la comisión flagrante de alguna perversión, pero nada. Lo mas manifiestamente perverso que encontré fue la tele de mi habitación que, por la noche, solo ofrecía pelis guarras.

Al día siguiente volví a Kengtung y al otro tenía que salir pitando hacia Tailandia antes de que expirase mi visado. Parecía pan comido, pero no fue así.

Había preguntado en varios sitios si el puesto fronterizo con Tailandia en Tachileik estaba abierto. En el hotel, a la policía de inmigración de Mandalay, en varios controles de carretera en el camino. Todos dijeron que sí. Así tenia que ser porque me estaba quedando sin dinero y dependía de los cajeros tailandeses para seguir el viaje (en Myanmar no hay cajeros ni bancos operativos). Llegue a Tachileik y me tranquilizó ver un montón de extranjeros por las calles. Después de muchos días sin ver guiris, esta ciudad estaba llena. Son turistas que cruzan desde Tailandia para un día (o 10 minutos) y así obtener un mes de visado en su reentrada en Tailandia. También en Tachileik podías preguntar a la gente en la calle: "Tailandia?" y te señalaban con el dedo en dirección al puente sobre el rió - con la anchura de una acequia- que separa los dos países.

Crucé el puente sin problemas, llegue al lado Tai, rellené los formularios de inmigración, hice mi cola de entrada y al llegar al control de pasaportes empezó la pesadilla. Los tais no me dejaban entrar porque no tenía el tampón de salida de Birmania. Nadie me había parado en el lado Birmano del puente. Pensé que era un error bananero de los birmanos y volví a que me pusieran en cuño de salida. Chupao!

Llegué a la oficina siniestra de turno donde un señor me dio las malas noticias:

-El cruce está cerrado.

-Y todos esos extranjeros que andan de arriba abajo?

-Está abierto para los que entran y salen por este cruce, pero tu te tienes que volver a Yangon o Mandalay y volar fuera del país.

-Que!!!???

Era mi ultimo día de visado. Estaba en el culo remoto del país y no me quedaba dinero ni para llegar a Mandalay, mucho menos para volar al extranjero... Por supuesto lo primero que pensé es que era victima de algún tipo de trampa-extorsión del funcionario. Este también llevaba demasiados anillos y rubíes como para ser un honrado guardafronteras. Durante media hora me fui a llamar a agencias de viajes de Mandalay, a hablar con el lado Tai de la frontera para que me dejasen pasar...nada. Por lo menos confirme que la frontera estaba realmente cerrada y que no era un montaje. Al final se cansaron de mi hasta los tais y me mandaron de mala manera para el lado birmano del puente. No era su problema hasta que no hubiese abandonado legalmente Birmania. Intenté sutilmente llegar a algún "apaño" con el de los anillos de oro, pero no coló. Estábamos en vía muerta. Eché la mano al bolsillo, saque el puñado de moneda birmana que me quedaba y le dije: "Como quiere que vuele a Mandalay y fuera del país?. No tengo dinero ni forma de conseguirlo". Entonces empezó la parte surrealista del asunto. En los 10 días que llevaba cerrada la frontera no era el primero que se encontraba en esa situación. Para arreglarlo tenían un apaño con una agencia de viajes y los guardafronteras Tais para dejarte entrar a su país a sacar dinero. Y eso hicimos. No conseguí entrar legalmente en Tailandia, pero he estado en Tailandia, aunque solo sea 15 minutos. Fue lo que tardé en cruzar, llegar a un cajero, sacar bath, cambiarlo en dólares, entrar a un seven eleven a comprar algo de comida del tipo que llevaba un mes sin ver y volver a Birmania. Tras 15 minutos ilegalmente (alegalmente más bien) en Tailandia y ya tenia dinero para pasar por el absurdo aro de la burocracia birmana.

Pasé la noche en Tachileik. Mi habitación tenia un balcón que daba a la acequia-frontera. El otra lado estaba a apenas 3 metros. Podría haber cruzado de un salto a la casa tailandesa de enfrente. Podría haber andado al otro lado mojándome tan solo el tobillo. Desde luego hacer contrabando aquí no era ningún misterio. Podía oír y ver a la gente en la calle tailandesa a pocos metros, pero no podía pasar. El absurdo de las fronteras elevado al máximo exponente.

Durante los dos días siguientes estuve en una carrera contrarreloj para salir del país. Volver a Kengtung, volar corriendo a Mandalay y volar corriendo a Kunming en China. Salí con retraso de un día y me lo hicieron pagar los mismos funcionarios ineptos de inmigración que me habían dado las informaciones erróneas por las que llegué a cometer el retraso. Cuando me quejaba de la injusticia de la situación se reían y me decían que, si quería, podía no pagar y quedarme en el aeropuerto. Bananero hasta el ultimo minuto.

Que lastima de país. La gente común más adorable que me he encontrado en mis viajes viviendo en continuo miedo y miseria por culpa de los dirigentes más corruptos, opresores y represores del continente. Curiosamente nadie hace gran cosa en occidente. Todos sabemos de Afganistan, de Iran de Corea del Norte, pero quién se acuerda del pobre pueblo Birmano que lleva 40 años viviendo en dictadura?

Kengtung. En el Triangulo de Oro

A photo on FlickrMyanmar -- Kengtung (23/10/2006)

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Desde Mandalay hay 400 km hasta Kentung pero por carretera, al parecer, se tarda semanas. La gente que se atreve (birmanos, los extranjeros lo tienen prohibido) lo hace en convoy protegidos por el ejercito. Haciendo el viaje en avión se entiende por qué. Al despegar de Mandalay se vuela sobre una llanura toda cultivada. Casas, pueblos, campos. Conforme se sigue hacia el este empiezan a aparecer montañas, pero son montañas domesticadas. Hay caminos, aldeas y cultivos entre los árboles....luego la presencia humana va desapareciendo: menos casas, menos caminos, más montañas y más vegetación. Al final se entra en una zona donde no se ve rastro humano. Solo montañas y selva tupida. Así pasa un buen rato del vuelo y luego el avión baja a hacer su primera parada. En el trayecto a Kengtung se para en 3 sitios. Es como una autobús: coge y deja pasajeros y vuelve a despegar. El día que volaba yo, hizo una cuarta parada porque había un grupo de unos 20 alemanes que iban a un sitio donde normalmente no hay escala y la hicieron especial para ellos. Una risa.

Kentung es la capital del Triangulo de Oro. Es una ciudad en un rincón remoto del país, muy lejos de la civilización. Está en una encrucijada de fronteras, y de que países! a 80 km del oscuro sur de Yunnan, China, a un paso del norte productor de opio de Laos y a 100 km del noroeste de Tailandia. Con esos antecedentes, casi esperaba encontrarme la ciudad comida por las plantas de adormidera, pero no. Resulto ser una ciudad agradable, tranquila, rodeada de montañas y con gente de las tribus de los alrededores deambulando de acá para allá. Yo había ido hasta allí realmente por las tribus, por el gusto de lo remoto y por Mengla, pero eso será el capitulo próximo.

Birmania en general está a parte del resto del mundo. Las cosas siguen a un ritmo antiguo en todas partes, pero en este rincón del país es mucho más cierto. La ciudad en si se parece a cualquier otra ciudad, pero las montañas de los alrededores están pobladas por tribus que siguen viviendo como siempre lo han hecho. Las tribus no entienden de fronteras que existen desde mucho menos que ellas mismas, sobre todo cuando esas frontera no están controladas por nadie. En todos los países de la zona habitan las mismas comunidades: thai, akha, lahu y muchas otras.... Mi intención inicial era hacer un buen trekking por la zona, pero me quedaban pocos días de visado por culpa de las esperas inútiles de las inundaciones y los viajes interminables. Todavía tenía que llegar a Tailandia y no podía apurar demasiado. Además, para mi pesar, el gobierno había prohibido expresamente que los extranjeros pasaran noches fuera de la ciudad. La exploración solo podía ser de un día con vuelta a Kengtung. Las razones, más que de seguridad, son probablemente de miedo a tener turistas curiosos husmeando en los "cultivos" de las zonas más alejadas. Tuvo que ser así, un solo día, pero vaya día!

La expedición empezó bien temprano. El guía me recogió con una moto de las gordas. Después de media hora por caminos llegamos a los pies de una montaña. El primer pueblo que nos encontramos, todavía en el valle, era akha. Las mujeres akha llevan un gorro-peinado hecho con monedas y cuentas de plata. La cosa pesa varios kilos y vale un montón de dinero. Llevan su riqueza puesta y no se la quitan casi nunca. Una vez cada par de semanas para lavarse el pelo. Al parecer incluso duermen con el casco puesto. Según me contaba el guía, a aquel primer pueblo van algunos grupos de turistas tailandeses en minibús, pero no pasan de ahí. Como pasa en China, la idea de andar subiendo cuestas por caminos embarrados para ver a gente pobre no triunfa entre los tais.

A mitad de la subida hacia el siguiente poblado nos encontramos con una iglesia de adobe cayéndose a pedazos. La tribu se había convertido al cristianismo en alguna de sus versiones agresivas anglosajonas. La iglesia estaba donde había estado el poblado antes de que decidiesen mudarse más arriba. Al parecer creían que habían elegido un mal emplazamiento para el pueblo y eso había enfadado a los espíritus del bosque. A raíz del enfado varias personas habían enfermado y muerto, y se mudaron. Convertirse al cristianismo no les impedía seguir creyendo en sus espíritus animistas, ja! .....flexibilidad, eso está bien!

Un rato después llegamos al pueblo akha en su nueva ubicación. Las vistas sobre el valle eran espectaculares. Nos recibió el pastor-jefe de la tribu y nos tomamos un te y unos plátanos a su salud. Antes de salir habíamos comprado pescado seco (en las montañas no tienen acceso al pescado) para dar a la gente en el camino y le dimos unos cuantos. Era bastante surrealista estar allí sentado con el pastor y su señora, vestida de Akha de los pies a la cabeza, y ver que la decoración de la cabaña era un póster del papa Benedicto. No me acababa de cuadrar en la cabeza.... El pueblo estaba bastante vacío. Era la época de la siega del arroz y casi todos estaban en los campos.

Está claro que para los guías, lo más fácil es llevar a los visitantes siempre a los mismos sitios. Ellos se evitan el trago de tener que explicar a la gente de la tribu que hacemos por allí y a los turistas les da igual porque para ellos es nuevo. El plan del guía era que del pueblo akha fuéramos a otro eng, en el valle de enfrente. Debía haber hecho eso mismo sin variación muchas veces porque cuando le pedí que fuésemos a los campos donde estaban segando, lo pille al contra pie. Estaba a punto de darme una excusa vacía de por que no podíamos ir, pero no lo hizo. Pensó: "seguro que está lejos y es difícil llegar" y pregunto para que la excusa nos la diera nuestro anfitrión, pero se equivocó. Los campos estaban un poco más arriba cruzando una loma, a media hora nada más. No le quedo más remedio que aceptar el cambio de planes. Me parecía increíble pero era la primera vez que él hacía ese rodeo. Cruzamos la loma en cuestión y llegamos a otro valle más suave con campos en terrazas y un río. La gente segaba aquí y allá. Otros sacudían espigas secas, otros aventaban...algunos críos andaban corriendo detrás de las vacas desobedientes que se comían el grano recién cosechado. Toda una estampa. Dimos una vuelta por los campos donde la gente estaba trabajando y nos fuimos a un chamizo que servia de sombra para descansar. Al rato vinieron a hacer su pausa del almuerzo algunas personas y comimos con ellos. Nuestra comida (carne de varios tipos) era bastante mejor que la suya (arroz hervido y vegetales) y les vino bien ponerlo todo en común. Era medio día y hacía un calor del demonio. La gente iba pasando a hacer una pausa bajo el sombrajo y nos contaban sus historias. Un señor había venido desde el pueblo de al lado a comprar arroz para dárselo como compensación a otro al que sus vacas se le habían comido media cosecha. Otro señor nos decía que tenía un resacón enorme porque la noche de antes habían tenido una "fiesta de la cosecha" y se había puesto como una cuba. El remedio local para el dolor de cabeza era otro dolor. Un amigo le estaba cogiendo pellizcos en el cuello, el pecho y la espalda y no paro hasta que sangro! Algunos niños estaban ayudando con la siega, pero al parecer los akha los suelen mandar al valle a la escuela. Algunos se quedan internos pero la mayoría escala la montaña de subida y de bajada todos los días!!

Fue una experiencia estar allí descansando con aquella gente, en medio de su cotidianidad, compartiendo la comida. Lo más increíble del caso era que incluso ese pequeño rodeo de media hora nos había llevado a un lugar desconocido para el guía. Es un consuelo. Más allá debía haber otros valles, y después otros, y más allá más. El impacto negativo que pudiese tener la visita de gente como yo se quedaba limitado a muy pocos sitios: unos cuantos pueblos conocidos por el puñado de guías que sacan de paseo a los pocos viajeros que llegan hasta allí. Más allá debe haber cientos de aldeas y tribus aisladas y, por eso mismo, preservadas de la polución turística. Creo que el área de Kengtung debe tener la mayor y mejor conservada muestra de tribus de toda Asia.

A pesar de estar en uno de esos sitios "frecuentemente" visitados por los guías sentía que todo era muy autentico. Me esperaba lo mejor. Después del almuerzo con los segadores bajamos un valle y subimos al siguiente donde nos esperaba un poblado eng. Habíamos visto algunos en los campos y lo más impresionante de esta gente es que, debido al tipo de betel que mastican, tienen los dientes negros como carbón. Los eng son una versión anarquista de los Akha (un antropólogo probablemente me mataría por esa definición). No se han convertido a ninguna religión de las que han llegado por aquí -incluido el budismo- por la simple razón de que tienen más reglas que su animismo tradicional. No estudian. No saben leer ni escribir ni quieren que sus hijos aprendan. Nadie sabe exactamente la edad que tiene ni cuando nació pero en general se casan a los 14 o 15 y se dedican a hacer hijos. Tienen miedo al agua y sus espíritus como bien atestigua la cantidad de mugre que cubre sobre todo a los niños. Algunas mujeres andan con el pecho al aire y la impresión general es de que llevan un vida muy próxima a la naturaleza. El pueblo akha tenía algún signo de modernidad, alguna chapa de zink por aquí, unos conductos de plástico para el agua por allá ....aquí no. El agua "corriente" venia por unos canalones de bambú por el medio del pueblo que descargaban en unas pilas hechas de troncos huecos. Todo natural. También el pueblo eng estaba bastante vació. Nos atendió la mujer del jefe. Por las chozas solo había chiquillos demasiado pequeños para ayudar y mujeres mayores... Poco a poco llegaron hombres y jóvenes y se sumaron a la sentada. Los eng son la gente más sonriente que he visto. El guía hacía bromas y ellos se partían de risa con todo.

Empezaba a hacerse tarde y nos quedaba una buena pateada hasta la moto. En el camino de vuelta nos fuimos encontrando con la gente que volvía de los campos cargada de sacos a las espaldas. Llegamos a la moto casi de noche y hicimos el camino con las luces puestas. Solo había sido un día y solo habíamos visto dos tribus, pero vaya día! Me dio mucha pena no tener tiempo para explorar más y no poder ir a los sitios de "más alla" a echar un vistazo, pero está bien quedarse un poco con las ganas para tener una excusa para volver...

Mi siguiente destino era Mengla, una ciudad-casino-burdel en la jungla....

Katha. Tras las huellas de George Orwell

Myanmar - Katha (16/10/2006)

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"Los días de Birmania" es un libro fantástico. Me había quedado sin lecturas mientras viajaba por Xinjiang en 2002 y me lo dio mi amiga Anna la francesa que lo acababa de terminar. No solo me salvo la vida en las 67 horas de tren que hay entre Urumqi y Chongqing, también se convirtió en uno de mis libros preferidos. El libro está ambientado en Birmania en los años 30, pero muchas de las situaciones vividas por los colonos ingleses de la época siguen pareciéndome muy familiares incluso viviendo en China. Además de la trama y los hechos históricos, el libro contiene uno de los retratos misógino-realistas de la mente femenina más finos que he leído. Por si no se notaba, me gusta el libro y lo recomiendo a todo el mundo.

La historia transcurre en Kyauktada hoy rebautizada Katha, donde el propio Orwel estuvo destinado como policía imperial durante una temporada. Katha era mi siguiente destino.

Llegar desde el lago Indawgyi me llevo un día entero, desde el alba hasta la noche. Los dos sitios están a menos de 200 km, pero Birmania es Birmania. Había aprendido algunas lecciones en mi camino de ida hasta el lago y el camino de vuelta fue un paseo en comparación. La noche antes de salir compré por adelantado, y bien cara, mi plaza de copiloto en la cabina del pickup. Sentado y con un cinturón de seguridad bien amarrado, la pista embarrada era casi divertida. En Hopin tuve que esperar un buen rato a que viniera el tren pero fue la ocasión de hacer amigos con algunos críos y otros espontáneos en la estación. Al contrario que en los sitios turísticos, aquí la gente no pide, sino da. Se alegran de poder ver a un extranjero haciendo el ganso a su alrededor. Había un montón de críos que trabajaban vendiendo comida a los viajeros de los trenes. Para ellos estar sentados contigo y salir en una foto digital era un gran evento que convertía un día más en "él dia que estuvimos haciendo el tonto con el guiri".

Por fin llego el tren que era un "local train". Tenia cierto miedo porque ya había visto pasar varios vagones de ganado reconvertidos en vagones de pasajeros, pero no. Nuestro local train era bastante aceptable y no estaba atestado. Había gente subida en el techo pero probablemente era por tomar el fresco más que por falta de espacio. Los asientos eran de tablas de madera, pero cada persona tenia el suyo y no se estaba mal. Además hacia un día fabuloso y viajar en tren a través de las selvas en un día así era un placer.

El norte del país está mucho menos poblado que los alrededores de Mandalay o Yangon. Los pueblos son pequeños y están dispersos. Hay montañas que lo hace todo más lejano y más difícil. El tren recorría un valle cubierto de arrozales, pero tan pronto como se acababa la tierra plana empezaba la jungla espesa. Más allá se veían otras montañas, y más allá, muchas más. No es de extrañar que el personaje del libro se dedicase a la tala de teca. Incluso hoy, 80 años después, se siguen viendo las copas doradas de la teca en medio del verde de la jungla.

El tren iba despacio, saltando y cabeceando, como era de esperar. Parábamos en todas las estaciones, grandes y pequeñas. En todas, tan pronto como nos deteníamos, un enjambre de vendedores rodeaba el tren con sus comidas y mercancías varias. Todo muy pintoresco. Seguimos atravesando bosques, valles y pueblos hasta que empezó a hacerse de noche. Entonces llegamos a Naba desde donde había que tomar un autobús que atravesaba la jungla durante una hora hasta llegar a Katha, en las orillas del Irrawady.

Katha es una ciudad mediana, pero estaba muy lejos de ser un destino turístico. Básicamente no hay ninguna atracción especial. Es simplemente una ciudad tranquila y con encanto. Pero el encanto no es suficiente para atraer a la mayoría de turistas con tiempo limitado. Cuando llevas un cierto tiempo viajando, ver un monasterio o una pagoda más no te aporta gran cosa. Cada vez me gustan más los sitios donde simplemente vas a estar. A mezclarte en la cotidianidad de las cosas. En los sitios que son lo suficientemente normales para que no atraer a las masas, tienes la oportunidad de mezclarte con la gente del lugar sin el estigma de turista en la frente. Puedes ver de cerca como viven y con suerte hasta conocer a gente normal.

Katha vive volcada en el río. La vida gira en torno a él. Mi habitación de la pensión daba al Irawady y lo primero que me encontré al bajar a la calle por la mañana temprano fue un carguero recién llegado. Lo estaban descargando con la única maquinaria portuaria que gastan por aquí: brazos y piernas. Un pequeño ejercito de porteadores con longis viejos a modo de "turbante-capa de superman" sudaba la gota gorda en el calorazo de las 8 de la mañana. Saco a saco, bidón a bidón, iban descargando la cubierta como hormigas. Si en España me hubiese metido por medio de los quehaceres de esa gente, dando por saco con la cámara, probablemente me habrían tirado al río de una patada. Aquí no. Al cabo de un rato todos los porteadores hacían un alto en su ir y venir para salir en la foto y echarse unas risas. Que tíos!

Cuando no hay grandes atracciones tampoco hay el estrés de verlas ni la necesidad de marcarse un programa. Todo es más relajado. Básicamente solo hay que decidir si vas a la izquierda o a la derecha en el próximo cruce.

Después de medio día por allí ya había conocido a la familia china que regentaba el restaurante (que al enterarse de que vivía en china me nombró cliente predilecto), a la tendera que tenia un titulo universitario de francés y aprovechaba cualquier ocasión de practicar (y que coño haces con el titulo en un sitio así!), al herrero de la esquina, al del chiringuito del teléfono... Iba con la bici sin rumbo fijo, a lo que saliera. Me perdí por el mercado, fui a cotillear en la escuela, me deprimí viendo los troncos inmensos que todavía siguen saliendo de los bosques...Todo sin prisas y sin planes.

Había leído que algunos de los lugares que se mencionan en el libro, existían todavía. Intenté buscarlos y encontré varios! Aun estaba en pie la prisión inglesa con sus altos muros, el hospital, muchas casas coloniales tan elegantes y, lo más curioso, la pista de tenis del Club Inglés donde echaban la partida los personajes, que sigue en uso!

En una de estas vueltas me encontré en la puerta de un colegio justo a la salida de clase. Los escolares birmanos van vestidos de uniformes verdes, muchos llevan la cara pintada de tanaka. Es muy colorista. La luz de la tarde era perfecta y me puse a tirar algunas fotos desde lejos. Error. Alguno de los críos se dio cuenta y al cabo de unos segundos tenia unos 100 chiquillos rodeándome y mirando hacia arriba. No me tocaban ni me acosaban, solo estaban allí plantados, en un circulo, a ver que pasaba. Yo los miraba y me reía y ellos más. Pensé que sería una foto muy chula, y que sería muy divertido hacerles una foto a cada uno, pero tenía 100 caras mirando. Sabía que cualquier intento de poner orden y hacer algo organizado acabaría en melé y estampidas o sea que decidí no hacer nada. Pasaban los segundos y los niños seguían mirando. Cada vez había más caras de: "sí, es divertido mirar al guiri, pero no tanto" o "va a hacer algo divertido o se va a quedar ahí plantado". Era un pulso de paciencia y voluntades. Al cabo de algunos minutos algunos empezaron a desertar. Mirar al guiri se había vuelto aburrido. Cuando la masa se había reducido a 20 o 30 incombustibles volví a coger la cámara, pero fue un error. Los que se habían empezado a alejar volvieron corriendo y vuelta a empezar. Pensé que lo mejor sería irme tranquilamente. Unos cuantos me siguieron cargados de fe de que algo divertido tendría que pasar tarde o temprano. Era un flautista de Hamelin pero con cámara de fotos. Mi manada de niños me acompañó dando una vuelta hasta detrás del colegio y allí, con una veintena solo, me animé a ponerlos en fila y hacerles unos retratos. Era imposible! Todos querían ser el primero. Todos querían ver la foto en el acto....Al final, con la ayuda de un adulto que vino en mi rescate conseguí establecer una disciplina y todos tuvieron su foto y todos pudieron verla. Una risa.

Estuve en Katha dos días como podría haber estado dos semanas. Llego el momento de partir y de probar un nuevo medio de transporte birmano: el "ferry"

Mi billete era de "cabina" y costaba una fortuna: 42 dólares. Yo me hacía ilusiones de que por ese precio nos darían algo decente, pero el quid de la cuestión es que ese era el precio de extranjero. Los locales pagaba 10 veces menos. El barco era una antigualla made in China. Tenía 3 cubiertas y los birmanos que viajaban en categoría normal simplemente acampaban en el suelo como podían. Era casi imposible andar porque todo estaba cubierto de esteras donde la gente se tiraba. Al verlo me venía a la cabeza el típico titular de prensa: "350 personas mueren ahogadas en Birmania al hundirse un ferry cargado por encima de su capacidad". Las cabinas eran cabinas de verdad, pero además de ser made in China llevaban 10 años sin repararlas. Estaban cochambrosas y olían a meaos pero al menos teníamos el privilegio del espacio y la intimidad.

El Irawadi es un río ancho y lento. Hay muchos bancos de arena y el barco avanzaba despacio buscando el buen camino. En las orillas se veían pueblos pequeños de casas de madera con pilotes sobre el río, ciudades pequeñas, campos de arroz, montañas boscosas, estupas por todos lados... todo parece parado en el tiempo. Las vistas habrían sido las mismas si hubiese tomado el barco hace 100 o 200 años. Nada ha cambiado. En las 30 y pico horas que duro el viaje no vi ni una fábrica, ni una línea eléctrica, ni un pueblo con alumbrado... prehistórico.

Dado el confort de la cabina y lo espacioso de las cubiertas tuve que buscarme algún sitio donde matar el tiempo. Encima de la tercera cubierta había una cuarta, que era el techo del barco. No estaba pensada para pasajeros pero había una escalera que subía. No había nadie pero alguien había dejado unos sillones viejos tirados en aquel techo. Con aquellos ingredientes me monté una súper plaza de capitán encima de todo. Allí bien sentado pase las horas con la brisa en la cara, mirando el paisaje y oyendo música. La puesta de sol desde arriba, en medio del campo prehistórico de Birmania fue un espectáculo.

Las 30 horas fueron pasando despacio y en la noche del segundo día llegamos por fin a Mandalay. Era mi tercera vez en este viaje. Mi idea era terminar mi estancia en Birmania en el extremo este, en la zona del Triangulo de Oro. La única forma de llegar era por aire. Esta vez la logística funciono al milímetro por primera vez. A la mañana siguiente estaba en un avión de camino a Kengtung.

El lago Indawgyi y el peor viaje de mi vida

Myanmar -- Hopin - Lonton - Indawgyi Lake (13/10/2006)

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Teniendo en cuenta las muchas líneas que he llenado con las miserias varias del transporte birmano, no se como escribir este capitulo sin aburrir al personal. Vamos a decir que "de algún modo" había llegado al lago Indawgyi.

Indawgyi es el lago más grande del sudeste asiático. Según un folleto (el único folleto disponible en todos los alrededores) es lugar de paso de muchos tipos de aves raras y hábitat de muchos peces. Las junglas y montañas que lo rodean son ricas en teca y dan refugio a un montón de animales salvajes. Debe ser cierto pero no es tan fácil hacer amigos con los bichos. Al menos a mi me cuesta. A parte de un elefante que andaba trabajando por allí y varias serpientes no vi mucho más. Pero bueno, tampoco iba de safari.

El lago famoso en Birmania (con razón porque es muy bonito) es el lago Inle, donde el turismo ya ha llegado con todo su peso. Allí, los mercados flotantes son mercados de souvenirs, los artesanos empresarios y los lugareños profesionales del pastoreo de guiris. Aquí no. Primero, porque esta totalmente fuera del circuito. Apenas lo mencionan en las guías. Es muy difícil llegar. No hay alojamiento. En el pueblito al borde del lago solo había una simplísima pensión con 3 habitaciones. Al parecer solo llegan 3 o 4 personas al mes. El paisaje es tan bonito como el del lago Inle, pero faltan las atracciones exóticas de pueblos flotantes, remeros acróbatas, monasterios con gatos y demás. Es simplemente un lago enorme rodeado de montañas cubiertas de junglas y algunos pueblecito minúsculos. O sea, exactamente lo que uno necesita para recomponer su cuerpo después de los dos días de camino que se tarda en llegar. Para que más?

Aunque estaba muy augustito sentado al borde del agua en el porche del albergue tampoco era plan de ir tan lejos simplemente a vegetar. Salí a investigar lo que ofrecía el lugar. Apenas llevaba unas horas allí y todos los vecinos de la única calle del pueblito me conocían ya de verme pasar. Pregunté aquí y allá pero nadie hablaba gran cosa de ingles. Después de un rato dando vueltas acabe en la parroquia Baptista donde conocí al pastor, que era un poco marusa si mis sensores no fallan. No era Shakespeare pero todo lo que le faltaba en gramática lo suplía con ganas de ayudar. Un tio muy majo. Guiado por el pastor fuimos a visitar el "Indawgyi Ecotuorism Project" que a priori parecía un buen lugar donde enterarse de que hacer y que ver. Error. En el bungalow del ecoturism project vivía un fulano que no hablaba ingles ni sabia nada de nada. Debajo de una pila de papeles encontró EL folleto con el que me informe de lo poco que pude informarme. Después de arduas conversaciones la cosa pintaba así: Se podía alquilar un bote para ver una pagoda en el medio del lago y los pueblos de los alrededores. NO se podía ir hacia la jungla porque era "peligroso", o eso insistían en decir. Y fue paseo en bote.

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Por la tarde, acompañado por el cura, nos fuimos a ver el templo del medio de lago. Hacía un día era perfecto y no había un alma en la inmensa extensión del

lago. Las montañas y bosques parecían intactos, con las copas doradas de la teca salteando el verde aquí y allá.

El templo era como todos los templos -estupas, budas, cepillos para donaciones...- solo que estaba en medio de un lago perdido en las montañas. El guarda-abad-custodio o lo que fuese nos recibió -muy majo- y nos invito a un té. En los monasterios de tierra firme suelen tener manadas de perros dormilones que viven de la caridad y pasan la vida deambulando por los alrededores. En este se ocupaban de los peces del lago! Después del té toco alimentarlos con plátanos! Tirabas un trocito y un ejercito de peces chicos lo rodeaban mientras se hundía; dos segundos después aparecía otro ejercito más lento de peces gigantes y los pequeños huían en desbandada. Un curioso pasatiempos para devotos aburridos y un método divertido de acumular karma.

Creo que ese templo, junto con el desierto, es el lugar más silencioso que he visitado. Lejos de las voces del cura y compañía no había ningún sonido. Nada. Paz absoluta. Hasta el punto que se podía oír el silbido del vuelo de los pájaros que pasaban cerca volando. Habíamos ido solo de visita al templo aquel pero podría haberme quedado un par de días disfrutando de la paz absoluta.

En el camino de vuelta, en el medio del lago, les pedí parar para darme un baño en el agua limpia y empezaron con los miedos otra vez....es peligroso.....como vas a nadar aquí....luego te llevamos a una playa.... Dio igual que les enseñase mis gafas de bucear y que perjurase que llevo nadando desde los 3 años. No querían meterse en el follón de su vida si me pasase algo. Seguí insistiendo suavemente pero cuando el pastor esgrimió el argumento de que era peligroso porque había un dragón, comprendí que no iba a conseguir nada y lo estaba poniendo en un aprieto, así que renuncie al chapuzón.

El siguiente paso era intentar sonsacar al amigo cura baptista sobre como ir a la jungla o donde encontrar alguien que me llevase. Rápidamente me quedo confirmado que nadie tenia ningún interés por la idea. Había todo tipo de excusas. No tenia permiso de la policía (esa era probablemente cierta), había mucho barro, era peligroso.... Nadie se quería mojar con esto tampoco.

El buen párroco debió sentirse mal por tener que negármelo todo y me propuso ir a dar un paseo por los lindes de la jungla, y luego, de premio, me invitaba a cenar. Hecho!

El paseo peri-junglar resulto consistir, para el, en andar por la calle principal que estaba a 1 km de los arboles. El tio era muy majo pero en ese punto me sentí un poco atrapado con sus buenas intenciones. Lo debió notar porque accedió a que nos metiésemos por las campos hasta las ultimas tierras cultivadas. En los lindes verdaderos de los grandes árboles un paisano nos invito a su choza a comer de sus naranjas y guayabas. Según decía tenía que quedarse alli porque por la noche venían los monos y otras criaturas a comérsele la cosecha. No hubo más allá, alli acabo la expedición.

De vuelta a la parroquia nos recibió la mujer del pastor (los curas baptistas se pueden casar?) que nos tenía preparada la cena. Era tan simple como las ultimas 10 comidas que había hecho pero al menos tenia el toque de amor que solo da el cocinar en casa.

Al día siguiente decidí escaparme de la "protección" de mi amigo el cura para poder andar a mi aire. Alquile una bicicleta a un paisano. Era tres tallas pequeña de lo necesario y los caminos eran pedregales enfangados. Aun así y con dos pinchazos en el camino, conseguí llegar hasta el tercer pueblo del borde del lago que era básicamente igual que los anteriores.

Por la tarde decidí irme a la jungla por mi cuenta y sin pedir permiso, así no me lo tenían que dar. Aunque estaba ahí, al otro lado de una franja de arrozales, no era tan fácil encontrar el sendero que conectaba la carretera y los árboles. Después de perderme unas cuantas veces por los campos llegue a los lindes del bosque. Ahora que? Había un camino pero no me quería ir muy lejos yo solo. Empecé a andar y enseguida vi que lo del barro no era una excusa. Cada poco había tramos enfangados y que solo se podían cruzar con el barro por media bota. En apenas 10 minutos de marcha había visto un par de serpientes apartarse de mi paso y eso no hace gracia, sobre todo en pantalones cortos. Seguí adentrándome un rato pero cuando me cruce con la tercera serpiente decidí que era el momento de dar media vuelta. En total no habría andado más de 500 metros hacia dentro y siguiendo un camino claro. Más allá había montes y árboles espesos de verdad, pero esa exploración tendría que esperar a que me saque el diploma de boy scout y venga con un poco de preparación.

Al día siguiente me toco hacer la odisea de vuelta hasta el ferrocarril. A esas alturas pasar días enteros dando botes en carreteras que no merecen de tal nombre empezaba a ser la norma.

Ahora la historia del Mandalay-Indawgyi en orden anticronológico. Aquellos que se aburren con las amenas historias de los medios de transporte en el tercer mundo pueden dejar de leer aquí. Podría no contar esta parte pero es que este trayecto tuvo algunos momentos épicos como "el tren acuatico" y "el PEOR viaje por carretera de mi vida" y no puedo no contarlos.

El primer tramo del arduo camino fue mi tren de 24 horas desde la inundada Mandalay. Era el primero que circulaba después de que se hubiese reestablecido el servicio y me temo que los estándares de seguridad distan mucho de los europeos. La salida de la ciudad me recordó mucho a unas escenas de la peli "el viaje de Chihiro" donde hay un tren que circula sobre vías sumergidas en una especie de mar. Era eso, sin más ni más. Las vías estaban a un palmo bajo el agua y los alrededores eran un gran mar salteado de copas de árboles y tejados. El tren circulaba a velocidad de paso humano porque probablemente alguien andaba delante del tren viendo que las vías todavía estaban en su sitio. En un par de puntos donde el agua se había llevado un cacho del caballón sobre el que se posan las vías, unos obreros se afanaban en sujetarlas con palos que desaparecían bajo el agua. Todo eso iba acompañado de chirridos y gruñidos de vías y vagones que parecían condenados a hundirse en cualquier momento. Esa fue la parte "onírica" del viaje. Después de un par de horas cruzando el mar llegamos a tierra seca y empezamos a acelerar. Imagino que la velocidad punta era de unos 40 km/h pero parecía que estábamos despegando en la lanzadera Discovery. Las vías son las mismas, me temo, que pusieron los ingleses a principios del siglo pasado. Cuando se va en tren es normal que haya un traqueteo, que es parte de la gracia del viaje en tren, pero aquí el traqueteo alcanza otra dimensión. No se si es un defecto o fatiga de los amortiguadores o más bien un problema serio de las vías o, probablemente, las dos cosas a la vez.

Hay dos tipos de zarandeo. El primero es el "saltamontes" que bauticé asi porque es exactamente el mismo efecto que producía la homónima atracción de las fiestas de mi pueblo. El tren empieza a botar en vertical, cada vez más fuerte: ba dam, baa daam, baaaa daaaam, daaaaaaaa daaaaaaaaam. El vagón entra en resonancia dando saltos cada vez más grandes y parece que va a salirse de las vías de un bote. Al mirar a los lados ves que la gente y las cosas están literalmente despegando del asiento.... Baaaaaa daaaaaaaaaaaaam! ...........Se para y sigue normal. Luego esta el cabeceo lateral que es como el "saltamontes" pero zarandeándote para los lados. Con el cabeceo, la gente se pega cabezazos y las maletas que no estuviesen bien sujetas se caen sobre los pasajeros. Que festival! Eso seria divertido si durase lo que una viaje en una atracción de feria, pero cuando dura 24 horas es una tortura. Cuando ya pensaba que conocía todas las peculiaridades del tren tercermundistas llego la noche cargada de sorpresas. En los trópicos hace calor y el vagón no tiene ventanas. Se encienden las luces de neon y en media hora tenemos una colección de insectos tropicales y millones (literalmente) de mosquitos haciendo círculos frenéticos a tu alrededor. La tasa de impacto de bicho contra tu cabeza era de unos 2 o 3 por segundo. Un ametrallamiento. Al sonarte la nariz salían bichos igual que sale barro cuando te pasas el día rodeado de polvo. Todo eso sentado en tu confortable asiento tercermundista. Una delicia.

Tras 24 horas así, muy bien descansado, llegué a Hopin . En el culo del norte del país. Era medio día y pensaba que estaba a un paso de un cama y una ducha. Según la guía, desde Hopin hasta el pueblo de Lonton, en el borde del lago, había solo treinta y tantos kilómetros. Deberían ser 40 o cincuenta minutos. Error. Aquí comenzaba, lo subrayo, EL PEOR VIAJE POR CARRETERA DE MI VIDA. Ta chaaaaaaan!!!!

Al bajar del tren me cazó un fulano que andaba llenando su "autobus" para Lonton y que estaba a punto de partir. Lo seguí y mientras andábamos hacia su vehículo imposible se me empezó a partir el alma. Rogué al cielo que "aquello" no fuese el autobús, pero fue. Intentare hacer una descripción. Se trataba de un 4X4 Toyota Pickup de enésima mano profundamente modificada. Con ballestas de trailer la habían levantado del suelo un metro más de lo normal para que al cagarla se quedase normal. La trasera la habían dividido en dos alturas. La parte baja era para carga y la parte alta era para pasajeros. En el espacio del segundo piso de la trasera habían conseguido meter tres filas de "asientos" hechos con la chapa de latas viejas. El espacio entre filas podría resultar comodo únicamente a un pigmeo con problemas de raquitismo. No era mi caso. La cabina delantera tenia dos filas de asientos, pero todos llenos ya. Mi hueco, como descubrí con pesar, se creaba empujando a otros 4 pasajeros de la fila del medio del segundo piso de la parte de atrás. Fantástico. Pasando por encima de las cabezas de los demás y comprimiéndome en posición fetal compacta conseguí encajarme en un hueco. La cosa pintaba realmente mal. En ese momento pensé. Bueno, será media hora, calma.

Media hora pasamos bajo el sol esperando a que el dueño del vehículo considerase batido su record de carga. Eso ocurrió cuando alcanzamos la marca de 32 personas!! 4 en el asiento de adelante, 4 en el segundo asiento de la cabina, 4, 5 y 5 en las tres filas de la trasera, 5 encima del techo de la cabina, 3 de pie en el añadido trasero y dos colgando de los lados. Ni en "que apostamos", vaya!

Por fin salimos, y nos dirigimos a unos montes. Al poco entendí que el lago estaba al otro lado y que nos esperaba una carretera de montaña. En ese punto tuve la mala idea de preguntar cuanto tardaríamos. 3 horas dijeron, pero también era falso. Fueron 5 horas y media para hacer menos de 40 km!!! Podría haber corrido más rápido!. La carretera que hicimos también gano el honor de ser, lo subrayo, LA PEOR CARRETERA QUE HE RECORRIDO en mi vida. Lo peculiar es que la estaba recorriendo en el vehículo más imposible que había visto en mi vida.....todo sumado teníamos un record más, subrayo: EL TRAYECTO MÁS PELIGROSO DE MI VIDA. Parecía ser el único en ver el peligro de la situación. Todos tenían cara de desconfort pero no de miedo. La mole sobrecargada se estaba metiendo por barrizales, desprendimientos, zanjas, torrentes.... Y nadie pestañeaba. El firme definitivamente no merecía tal nombre porque era una sucesión de zanjas embarradas cavadas por las ruedas y ahondadas por las lluvias. La pickup cabeceaba, patinaba, culeaba... los pasajeros parecían muñecos de trapo zarandeados de un lado para otro. En un par de ocasiones, con una sacudida, perdimos a uno de los que colgaba de los lados. Se echaron unas risas y se volvió a subir de un salto. Solo dieron un suspiro cuando, después de pegar varios bandazos fuertes, nos pusimos a dos ruedas por una fracción de segundo. No volcamos de milagro. Entonces me miraron a mi como diciendo "tenias razón de estar acojonado", pero siguieron sonriendo. Para alivio mío, en un par de puntos que eran absolutamente infernales, la mitad del pasaje se bajo del carro y cruzamos andando (así pude sacar fotos, contad la gente!). Despues de 5 horas, cuando mi persona en forma de bloque amoratado había chocado unos cuantos millones de veces contra las chapas y barras colindantes, llegamos a Lonton. Era de noche. Por fin me pude desencajarme de mi hueco. Llevaba dos días viajando de mal en peor. Por fin pude andar, descansar, comer la porquería que estaba en venta y tomar una ducha. FIN del capitulo de miserias. More coming soon.

Inundaciones

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Myanmar -- Yangon - Mandalay (10/10/2006)

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Desde que me quede solo todo lo que podía torcerse a nivel logístico se ha torcido. Aquel día escribí las ultimas 3 entradas de corre prisas porque tenía que salir pitando a coger el autobús que me llevase a Mandalay, de donde tenia que seguir camino hacia Mytikyna en el extremo norte del país. Eso pensaba yo. Al llegar al albergue el recepcionista me dijo con una sonrisa: te quedas aquí esta noche. Las recientes inundaciones habían tirado un puente y todo el trafico hacia el norte estaba cortado. Ufff! Y los trenes? Mas de lo mismo. Ufff!

Como mi objetivo no era Mandalay sino Mitykyna decidí buscar vuelos, pero eso es otro jaleo. Para empezar nada es fijo. Al parecer los horarios y fechas de vuelo cambian según le convenga a los planes de vacaciones del general de turno. Nada esta informatizado. He visto las hojas de reserves de las agencias y son un folio guarrupedo. Los billetes los rellenan a mano .... Tu única vía de conseguir información es tu hotel, que llama a posibles fuentes y te cuenta lo que le dicen, que nunca es coherente. Hacen lo que pueden llamando por teléfono aquí y allá, pero ni siquiera el teléfono funciona la mitad de las veces. Es desesperante. Nadie me sabia decir si el primer vuelo a Mitykyna sería el jueves o el viernes, ni si habría plazas...

Las circunstancias me habían dejado atascado en Yangon que, al menos, es un lugar interesante para pasear mientras intentas ver como salir de el.

Lo mejor de Yangon es perderse por las calles del centro. La casas coloniales están en su mayoría decrepitas pero elegantes. Las fachadas pintadas en colores pastel se caen a cachos y sobre ellas crecen plantas y musgo. Parecen jardines verticales. Creo que en este clima podrían crecer plantas asta en el capó de un coche. En los balcones y ventanas siempre hay ropas secando y caras curiosas. La gente que te tropiezas es de lo mas variopinto. Hindúes con turbante, hindúes con gorro musulmán, birmanos, mestizos, mujeres veladas hasta alas cejas, mujeres con el ombligo al aire. Muchas de las calles más estrechas concentran algún gremio: una calle de impresores, otra de electricistas... Todo tiene una pinta añosa...sus prensas, sus motores, sus interruptores... En realidad eso es general a todos los ámbitos de la vida diaria. Los pobres birmanos intentan llevar una vida del 2006 pero están atados a tecnologías del 1960. Por aquí y allá se oye el tak tak de las máquinas de escribir, los autobuses urbanos son como los de las películas de época, los coches particulares son reliquias de 8ª mano del Japón, triciclos a pedales sirven grandes bloques de hielo a los cafés y restaurantes para refrigerar los alimentos...Algunos visionarios han lanzado negocios con pretensiones de modernidad extrajera como un restaurante tipo KFC pero no cuela. En vez del típico mostrador informatizado y con micro hay una dependienta que escribe tu pedido en un papel guarro que luego pincha en un clavo. A veces, como cuando quieres saber si hay vuelos o no, esta anticuadez es desesperante pero, otras muchas, le da al país un encanto especial.

Una de las cosas más chocantes en Yangon es la cantidad de religiones que conviven aparentemente sin problemas. Por aquí y por allá se ven minaretes de mezquitas, estupas budistas, recargados templos indures, un montón de iglesias cristianas de todas las variantes...hay incluso una sinagoga y una iglesia Armenia!

A todo esto nadie me había confirmado mi vuelo o no vuelo a Mytikyna a si que, después de dos días de espera decidí que ya estaba bien de incertidumbre y me compre un billete a Mandalay, que era solo la mitad del camino, pero al menos sabia cierto que volaría. En teoría desde Mandalay podría seguir en tren, barco autobús o lo que fuese....Me quede tranquilo de momento, no me imaginaba que quedaba lo mejor.


El miércoles por la mañana me levante a las 4 para estar a las 5:30 en el aeropuerto. El vuelo, como no, tenia retraso. A las 7, cuando estábamos a punto de despegar viene una señora a explicarme que les acaban de informar que las inundaciones han cortado el aeropuerto de Manadalay del centro ciudad. Si quiero puedo volar pero no me garantizan que sea posible salir del aeropuerto. Si quiero me devuelven el dinero y si quiero puedo esperar a ver sise aclara la situación y coger el vuelo siguiente. Espero, pero nada se aclara así que decido que lo mejor es salir para Mandalay y ya se verá. Desde el aire la cosa no tiene buena pinta. Todos los alrededores de Mandalay parecen un mar marrón con tejados y copas de árboles saliendo del agua. Ufff.
En tierra la terminal esta vacía y a oscuras. Ni taxistas, ni viajeros, ni nadie. Al cabo de un rato viene alguien a explicarnos que nos van a evacuar al centro con camiones militares dentro de un "momento". El momento dura 3 horas más. Son las 2 de la tarde y estamos allí tirados sin comer. Al parecer además de agua alta, hay un puente que se tambalea en el camino. Uffff Ufffff.

Por fin llegan los camiones. Algunas personas llevan esperando desde las 8 de la mañana pero una treintena de chinos que acaban de aterrizar desde Kungmin se abalanza sobre el primer camión como solo ellos saben hacer y lo ocupan casi entero. Apretando consigo subirme en el primero. Somos unas 50 personas en un camión descubierto con pinta de haber sobrevivido a la segunda Guerra mundial. Tenemos el espacio justo para estar de pie y apretados. Pega el sol del trópico sobre nuestras apretadas cabezas. Llegamos a las primeras aguas pero no cruzamos. Hay un puente que esta frágil. Los militares se pasan una hora montando una radio y pidiendo ordenes a los superiores. Supongo que el marrón que les caería si se les lleva la corriente un camión lleno de guiris y chinos sería de campeonato. Aprovecho la pausa para irme al segundo camión que esta menos hacinado. Gran idea. Empezamos a meternos en el agua marrón. A photo on FlickrNo es agua estancada sino un rió que pasa por encima de lo que fue la carretera. El chofer sabe donde va gracias a los árboles que bordeaban el camino porque el asfalto esta bien sumergido bajo un metro de agua. Los chinos, que nunca han sido demasiado buenos valorando el riesgo, empiezan a pasárselo en grande con la aventura. Cuando empieza a caer la tarde llegamos a las primeras zonas pobladas. Las casas -mas bien chamizos- están de agua hasta el techo y la gente se ha mudado a las partes secas de carretera. A pesar de su situación la mayoría se ríe y nos saludan al pasar. Los críos se parten de risa. Supongo que no todos los días se puede ver a un a banda de guiris en el remolque de un camión del ejercito con cara de vacas camino del matadero. La verdad es que algunos están especialmente fuera de lugar, como una señora de mediana edad que venia a Mandalay por negocios con su traje y su maletín. Me temo que no llego a tiempo. Empieza a haber trafico de motos, vacas, carros... todos con el agua a media rueda. Se hace de noche y empiezo a reconocer alrededores de la ciudad. Al final, polvorientos y con el culo roto de saltar en el suelo del remolque llegamos al centro. El "taxi" del aeropuerto ha tardado más de 4 horas. En total me ha costado 80 dólares y15 horas "volar" entre dos ciudades que están a 12 horas y 7 dólares de autobús. En fin.

Al menos una vez en Mandalay podré seguir camino hacia el norte, eso espero!
Pero tampoco!!!

Cuando por fin llegué a un hotel y pregunté por los trenes del día siguiente hacia Mytykina....? Cortados. Las carreteras? Cortadas.....Noooooo! Otra vez atascado y sin información.

A la mañana siguiente se me ocurrió ir a la estación para enterarme de que pasaba en persona y cual fue mi sorpresa cuando me dijeron que había trenes y plazas. No en litera pero era mucho mejor que nada.