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Kengtung. En el Triangulo de Oro

A photo on FlickrMyanmar -- Kengtung (23/10/2006)

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Desde Mandalay hay 400 km hasta Kentung pero por carretera, al parecer, se tarda semanas. La gente que se atreve (birmanos, los extranjeros lo tienen prohibido) lo hace en convoy protegidos por el ejercito. Haciendo el viaje en avión se entiende por qué. Al despegar de Mandalay se vuela sobre una llanura toda cultivada. Casas, pueblos, campos. Conforme se sigue hacia el este empiezan a aparecer montañas, pero son montañas domesticadas. Hay caminos, aldeas y cultivos entre los árboles....luego la presencia humana va desapareciendo: menos casas, menos caminos, más montañas y más vegetación. Al final se entra en una zona donde no se ve rastro humano. Solo montañas y selva tupida. Así pasa un buen rato del vuelo y luego el avión baja a hacer su primera parada. En el trayecto a Kengtung se para en 3 sitios. Es como una autobús: coge y deja pasajeros y vuelve a despegar. El día que volaba yo, hizo una cuarta parada porque había un grupo de unos 20 alemanes que iban a un sitio donde normalmente no hay escala y la hicieron especial para ellos. Una risa.

Kentung es la capital del Triangulo de Oro. Es una ciudad en un rincón remoto del país, muy lejos de la civilización. Está en una encrucijada de fronteras, y de que países! a 80 km del oscuro sur de Yunnan, China, a un paso del norte productor de opio de Laos y a 100 km del noroeste de Tailandia. Con esos antecedentes, casi esperaba encontrarme la ciudad comida por las plantas de adormidera, pero no. Resulto ser una ciudad agradable, tranquila, rodeada de montañas y con gente de las tribus de los alrededores deambulando de acá para allá. Yo había ido hasta allí realmente por las tribus, por el gusto de lo remoto y por Mengla, pero eso será el capitulo próximo.

Birmania en general está a parte del resto del mundo. Las cosas siguen a un ritmo antiguo en todas partes, pero en este rincón del país es mucho más cierto. La ciudad en si se parece a cualquier otra ciudad, pero las montañas de los alrededores están pobladas por tribus que siguen viviendo como siempre lo han hecho. Las tribus no entienden de fronteras que existen desde mucho menos que ellas mismas, sobre todo cuando esas frontera no están controladas por nadie. En todos los países de la zona habitan las mismas comunidades: thai, akha, lahu y muchas otras.... Mi intención inicial era hacer un buen trekking por la zona, pero me quedaban pocos días de visado por culpa de las esperas inútiles de las inundaciones y los viajes interminables. Todavía tenía que llegar a Tailandia y no podía apurar demasiado. Además, para mi pesar, el gobierno había prohibido expresamente que los extranjeros pasaran noches fuera de la ciudad. La exploración solo podía ser de un día con vuelta a Kengtung. Las razones, más que de seguridad, son probablemente de miedo a tener turistas curiosos husmeando en los "cultivos" de las zonas más alejadas. Tuvo que ser así, un solo día, pero vaya día!

La expedición empezó bien temprano. El guía me recogió con una moto de las gordas. Después de media hora por caminos llegamos a los pies de una montaña. El primer pueblo que nos encontramos, todavía en el valle, era akha. Las mujeres akha llevan un gorro-peinado hecho con monedas y cuentas de plata. La cosa pesa varios kilos y vale un montón de dinero. Llevan su riqueza puesta y no se la quitan casi nunca. Una vez cada par de semanas para lavarse el pelo. Al parecer incluso duermen con el casco puesto. Según me contaba el guía, a aquel primer pueblo van algunos grupos de turistas tailandeses en minibús, pero no pasan de ahí. Como pasa en China, la idea de andar subiendo cuestas por caminos embarrados para ver a gente pobre no triunfa entre los tais.

A mitad de la subida hacia el siguiente poblado nos encontramos con una iglesia de adobe cayéndose a pedazos. La tribu se había convertido al cristianismo en alguna de sus versiones agresivas anglosajonas. La iglesia estaba donde había estado el poblado antes de que decidiesen mudarse más arriba. Al parecer creían que habían elegido un mal emplazamiento para el pueblo y eso había enfadado a los espíritus del bosque. A raíz del enfado varias personas habían enfermado y muerto, y se mudaron. Convertirse al cristianismo no les impedía seguir creyendo en sus espíritus animistas, ja! .....flexibilidad, eso está bien!

Un rato después llegamos al pueblo akha en su nueva ubicación. Las vistas sobre el valle eran espectaculares. Nos recibió el pastor-jefe de la tribu y nos tomamos un te y unos plátanos a su salud. Antes de salir habíamos comprado pescado seco (en las montañas no tienen acceso al pescado) para dar a la gente en el camino y le dimos unos cuantos. Era bastante surrealista estar allí sentado con el pastor y su señora, vestida de Akha de los pies a la cabeza, y ver que la decoración de la cabaña era un póster del papa Benedicto. No me acababa de cuadrar en la cabeza.... El pueblo estaba bastante vacío. Era la época de la siega del arroz y casi todos estaban en los campos.

Está claro que para los guías, lo más fácil es llevar a los visitantes siempre a los mismos sitios. Ellos se evitan el trago de tener que explicar a la gente de la tribu que hacemos por allí y a los turistas les da igual porque para ellos es nuevo. El plan del guía era que del pueblo akha fuéramos a otro eng, en el valle de enfrente. Debía haber hecho eso mismo sin variación muchas veces porque cuando le pedí que fuésemos a los campos donde estaban segando, lo pille al contra pie. Estaba a punto de darme una excusa vacía de por que no podíamos ir, pero no lo hizo. Pensó: "seguro que está lejos y es difícil llegar" y pregunto para que la excusa nos la diera nuestro anfitrión, pero se equivocó. Los campos estaban un poco más arriba cruzando una loma, a media hora nada más. No le quedo más remedio que aceptar el cambio de planes. Me parecía increíble pero era la primera vez que él hacía ese rodeo. Cruzamos la loma en cuestión y llegamos a otro valle más suave con campos en terrazas y un río. La gente segaba aquí y allá. Otros sacudían espigas secas, otros aventaban...algunos críos andaban corriendo detrás de las vacas desobedientes que se comían el grano recién cosechado. Toda una estampa. Dimos una vuelta por los campos donde la gente estaba trabajando y nos fuimos a un chamizo que servia de sombra para descansar. Al rato vinieron a hacer su pausa del almuerzo algunas personas y comimos con ellos. Nuestra comida (carne de varios tipos) era bastante mejor que la suya (arroz hervido y vegetales) y les vino bien ponerlo todo en común. Era medio día y hacía un calor del demonio. La gente iba pasando a hacer una pausa bajo el sombrajo y nos contaban sus historias. Un señor había venido desde el pueblo de al lado a comprar arroz para dárselo como compensación a otro al que sus vacas se le habían comido media cosecha. Otro señor nos decía que tenía un resacón enorme porque la noche de antes habían tenido una "fiesta de la cosecha" y se había puesto como una cuba. El remedio local para el dolor de cabeza era otro dolor. Un amigo le estaba cogiendo pellizcos en el cuello, el pecho y la espalda y no paro hasta que sangro! Algunos niños estaban ayudando con la siega, pero al parecer los akha los suelen mandar al valle a la escuela. Algunos se quedan internos pero la mayoría escala la montaña de subida y de bajada todos los días!!

Fue una experiencia estar allí descansando con aquella gente, en medio de su cotidianidad, compartiendo la comida. Lo más increíble del caso era que incluso ese pequeño rodeo de media hora nos había llevado a un lugar desconocido para el guía. Es un consuelo. Más allá debía haber otros valles, y después otros, y más allá más. El impacto negativo que pudiese tener la visita de gente como yo se quedaba limitado a muy pocos sitios: unos cuantos pueblos conocidos por el puñado de guías que sacan de paseo a los pocos viajeros que llegan hasta allí. Más allá debe haber cientos de aldeas y tribus aisladas y, por eso mismo, preservadas de la polución turística. Creo que el área de Kengtung debe tener la mayor y mejor conservada muestra de tribus de toda Asia.

A pesar de estar en uno de esos sitios "frecuentemente" visitados por los guías sentía que todo era muy autentico. Me esperaba lo mejor. Después del almuerzo con los segadores bajamos un valle y subimos al siguiente donde nos esperaba un poblado eng. Habíamos visto algunos en los campos y lo más impresionante de esta gente es que, debido al tipo de betel que mastican, tienen los dientes negros como carbón. Los eng son una versión anarquista de los Akha (un antropólogo probablemente me mataría por esa definición). No se han convertido a ninguna religión de las que han llegado por aquí -incluido el budismo- por la simple razón de que tienen más reglas que su animismo tradicional. No estudian. No saben leer ni escribir ni quieren que sus hijos aprendan. Nadie sabe exactamente la edad que tiene ni cuando nació pero en general se casan a los 14 o 15 y se dedican a hacer hijos. Tienen miedo al agua y sus espíritus como bien atestigua la cantidad de mugre que cubre sobre todo a los niños. Algunas mujeres andan con el pecho al aire y la impresión general es de que llevan un vida muy próxima a la naturaleza. El pueblo akha tenía algún signo de modernidad, alguna chapa de zink por aquí, unos conductos de plástico para el agua por allá ....aquí no. El agua "corriente" venia por unos canalones de bambú por el medio del pueblo que descargaban en unas pilas hechas de troncos huecos. Todo natural. También el pueblo eng estaba bastante vació. Nos atendió la mujer del jefe. Por las chozas solo había chiquillos demasiado pequeños para ayudar y mujeres mayores... Poco a poco llegaron hombres y jóvenes y se sumaron a la sentada. Los eng son la gente más sonriente que he visto. El guía hacía bromas y ellos se partían de risa con todo.

Empezaba a hacerse tarde y nos quedaba una buena pateada hasta la moto. En el camino de vuelta nos fuimos encontrando con la gente que volvía de los campos cargada de sacos a las espaldas. Llegamos a la moto casi de noche y hicimos el camino con las luces puestas. Solo había sido un día y solo habíamos visto dos tribus, pero vaya día! Me dio mucha pena no tener tiempo para explorar más y no poder ir a los sitios de "más alla" a echar un vistazo, pero está bien quedarse un poco con las ganas para tener una excusa para volver...

Mi siguiente destino era Mengla, una ciudad-casino-burdel en la jungla....

2 comentarios

Carlos -

Vaya visita más interesante. Lástima que el gobierno chino no deje ir a los turistas a sitios donde muy pocos han estado. Será cuestión de tener suerte. Un saludo y muy buen artículo de tu visita a Kengtung.

Mario -

Casino-burdel!!! cudadín majo