Transiberiando
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Fecha - 17 mayo 2006
Nada mas llegar el taxista paro en el borde, se lavo la cara (una tradición, decía, la verdad es que olía a cerveza) y se pego unos tragos. Salud!
Litsvianka vive de la pesca y de los turistas. Siendo temporada baja no nos costo encontrar una habitación en una casa .Dejamos los trastos, nos informamos de donde escalar en busca de vistas y donde mojarnos los pies y nos fuimos a disfrutar del sol. Desde la orilla se ve la orilla opuesta, a 60 km, con una hilera de montanas nevadas. El agua es tan transparente que dan ganas de saltar. Las ganas se calman a la vista de los iceberg que todavía flotaban aquí y allá. Habíamos recorrido la mitad de las escasas casas del pueblo cuando de repente vimos que una ventisca se acercaba rápido y BAMM! Nos trago la ola de un huracán. De repente toda la arena de la calle estaba volando a 100km por hora, los materiales de construcción de una obra empezaron a volar peligrosamente, las sillas de una terraza saltaban al lago. La gente corría. Un caos. Nos escondimos detrás de un coche, pero cuando vimos que no era una ráfaga, sino una tempestad en toda regla, nos metimos en un bar del puerto. La cosa no tenia visos de parar y no paro. Ahí acabo el disfrute del lago, después de 5 minutos. Con el viento volvió el frió. En una expedición heroica fuera del bar conseguimos comprar pan y Omul ahumado, un pescado delicioso (y eso que yo soy mas bien de carnes) que solo vive en las aguas ultralimpias de Baikal. El omul, la cerveza y el show de objetos volando que veíamos por la ventana fue el resto del disfrute del día.
Cuando se estaba empezando a hacer de noche hicimos una retirada táctica. Llegamos a casa corriendo soñando con una ducha caliente pero la tormenta había cortado el suministro y tuvimos que calentarnos con fuego y hacer una ducha de barreño a la luz de las linternas.
Nos despertamos a las 7 al día siguiente con la esperanza de una mañana soleada antes de volver a Irkustk. Salio el Sol, pero el viento no había parado y hacia un frió de pelotas. Por mucho cielo azul que hubiese pasearse contra el huracán helado tenia poco de divertido. Asi, habiendo visto poco y disfrutado menos el lago, nos volvimos a Irkustk.
Teníamos la esperanza de que el tiempo se suavizase al alejarnos del lago, pero tampoco. Nada mas bajar del minibús arranco una tempestad de nieve. Era el mismo sitio donde 24 horas antes la gente iba en manga corta!!! Encontramos un albergue para mi (Katia volaba a Pekin esa noche) y nos fuimos a explorar Irkustk con mas moral que el Alcoyano. Irkutsk no es Paris ni se le parece, pero eso no significa que no sea una ciudad muy bonita. Queda un centro histórico con un montón de casas señoriales de madera con ventanas de madera esculpida y grandes entradas. Desde la revolución esas casas han sido colectivizadas y repartidas a varias familias. Aunque muchas se caen a cachos siguen teniendo su encanto de otros tiempos. En 1825 hubo en Rusia una primera "revolución" frustrada de aristócratas y burgueses contra los zares. A los que tomaron parte (duques, príncipes, y aristocracia variada), en vez de ejecutarlos, los mandaron sin billete de vuelta a sitios como Irkutsk. Siberia debía ser por entonces algo así como el salvaje oeste americano: recién abierto, a medio de colonizar, poblado por buscadores de oro, cazadores de pieles y demás gentes de formas rusticas. Esa "deportación" explica que sitios tan lejanos, en medio de la nada, como Irkutsk acabaran siendo elegantes y civilizadas ciudades. En fin, basta de rollos históricos. Ahora etnología. Rusia es un país con una variedad étnica alucinante. En los tiempos de la URSS uzbecos, armenios o ucranianos eran todos ciudadanos de un mismo "país" y se movieron por todo el territorio. Las deportaciones forzadas de Estalin también debieron ayudar a la mezcla étnica. En sitios tan remotos como Lesosibirsk, lejos de ser una capital, es fácil encontrar, coreanos, mongoles, azerbaijanos.... todos son rusos, pero todos tienen tradiciones, cocina, apariencia, y a veces idiomas, diferentes. Una buena muestra de eso es el mercado de Irkutsk. Hay hileras de coreanas vendiendo algas y vinagretas extrañas, una hilera de mongolas vendiendo lácteos caseros, una hilera de gitanas vendiendo verduras y mas allá gente con pinta de turcos, que deben ser del Caucaso, vendiendo frutas.
Después de ese día de turismo gélido llegaba la hora de quedarme solo. Buah! Llevaba mas de dos semanas sin tener que ocuparme de interactuar con el entorno. Con el acolchado traductor y explicativo de Katia era un mochilero de lujo. Esa noche, de repente y sin aprendizaje gradual me encontré , plof, en medio de Siberia teniendo que sacarme las castañas del fuego. No es que no lo haya hecho muchas veces antes, pero aprendiendo paso a paso. Aterrizas en una capital , aprendes unas palabra, te buscas la vida, compras billetes, pides comida en un restaurante, te vas a sitios mas pequeños y vas cogiendo un rodaje del pais. Esta vez no. De golpe y porrazo me di cuenta de que no habia practicado nada. Pero bueno, de eso no se muere nadie, de hecho aquí estoy en Ulan Ude, al otro lado de Baikal y a punto de coger un tren de 3 días para llegar a Vladivostok, ultima parada en Rusia. Las batallitas de Ulan Ude y del transiberiano ya las cuento en el próximo.
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