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En Irkutsk empezaba mi viaje transiberiano en solitario. La siguiente parada hacia el este: Ulan Ude, en la orilla opuesta de Baikal, a solo 8 horas. El tramo entre Irkutsk y Ulan Ude es espectacular porque discurre por la orilla del lago. Era una segunda oportunidad de disfrutar del paisaje, aunque fuese por la ventanilla del tren. Normalmente he intentado coger trenes de noche para ahors de llrar en hoteles y tiempo de viaje, pero en este caso lo cogí al amanecer. Antes de llegar al lago quedaban un par de horas de taiga que pensaba aprovechar para dar una cabezada y reponerme del madrugón, por desgracia, uno de mis compañeros de compartimento, el pequeño Nikita de 3 años, ya había dado la noche por concluida. Su abuela hizo lo que pudo pero los críos son críos. Nada. Las 3 o 4 horas de viaje junto al lago son las mas espectaculares de todo el transiberiano. A un lado tienes montañas muy altas con picos nevados y al otro el agua esmeralda salteada con placas de hielo en fundiéndose y pueblecillo de pescadores en la orilla. Llegamos a Ulan Ude, la capital de Buratia. Los burats son los pobladores originales de esta parte de Siberia y la colonización no los extermino ni mucho menos. Son el 50 % de la población. Físicamente son igual que los mongoles, de hecho, en ese punto del camino estábamos a pocos km de la frontera mogola. La vegetación de los alrededores se parecía mas a la que vi entorno al lago blanco de Mongolia que a la taiga que llevaba días atravesando. Sin embargo la lengua y las costumbres son rusos casi 100%. La gente se mezcla bien y por la calle se ven grupos de amigos o parejas mixtas. Aunque los burats estén asimilados en la cultura, la tradición mongola debe influir de alguna forma. La ciudad es más relajada, va a otro ritmo que las otras ciudades que he visitado. La gente sonríe más (los rusos en general tienen un rictus bastante tieso) he incluso me gritaron un par de "Hello, hello" inauditos hasta la fecha en Rusia.
En Ulan Ude probé un nuevo tipo de alojamiento: el hotel soviético. A pesar de los 15 anos pasados desde el fin del régimen anterior, creo que mi hotel debía tener exactamente la misma pinta que el día que lo acabaron. No tenia nada malo en si mismo. No estaba sucio, ni demasiado viejo....simplemente era gris, triste...soviético. Se notaba que no lo construyeron para agradar, ni para alegrarte las vacaciones, sino para que pudieses dormir. Punto. Los años no le han quitado esa grisez de encima. En cualquier caso, fur interesante.
La principal atracción de Ulan Ude es su gente y el ambiente, diferente del resto de Siberia. A parte de eso están las ya habituales casas de madera, la zona histórica, un cabezón gigantesco de Lenin, un montón de teatros y salas de conciertos y lo mejor, un museo etológico.
En un claro del bosque de los alrededores han rescatado ejemplos de casas antiguas de campesinos, aristócratas, pescadores, cazadores....las han conservado por fuera y dentro se pueden ver los artilugios, ropas, herramientas de la época. Estaría realmente bien si las señoras que lo "vigilan" no cerrasen la mitad de las casas para ir a echarse la siesta. siendo prácticamente el único visitante no tenia mucho poder de presión para sacarlas de su letargo que digamos.
Después de un par de días bastante tranquilos en Ulan Ude tocaba prepararse para el último tramo de tren hasta Vladivsostoc, 60 y pico horas. Tres noches y dos días. Fui a aprovisionarme de víveres a un mercado local, pero cometí el error de hacer las compras con el estomago vacío. Pasa lo mismo cuando vas a un restaurante en china muerto de hambre, pides como si tu estomago no tuviese fondo. En fin. Acabé cargado con tres bolsas de comida que por supuesto no fui capaz de terminar.
El transiberiano no es un tren, son muchos comenzando en sitios tan al oeste como Ucrania y terminando en otros muchos sitios hacia el este, el mas lejano Vladivostok, en el Pacífico. Lo que si es único (si no contamos algunas ramificaciones) es la vía por la que circulan este-oeste. No existe un "billete" para el transiberiano. Cada trayecto lo haces con un billete diferente en un tren distinto yendo de un A a un B. Como Ulan Ude está más o menos en el centro de Rusia, las opciones son muchas todos los días en ambos sentidos. Yo cogí un Novosibirsk-Vladivostoc. En el punto donde me subí, llevaba 2 días rodando y todavía quedaban 3 para Vladivostok. El trayecto Moscu Vladivostoc son 7 días y desde ucrania deben ser 8. Una paliza, vamos. En el trayecto se cruzan 7 franjas horarias y para evitar chocho con las horas en los billetes todo se refiere al tiempo de Moscú. En tu billete pone las 08:20 pero eso significa las 13:20 si estas en Irkutsk o las 16:20 si estas en el extremo este. Es gracioso que en las estaciones los relojes siempre marcan el tiempo de Moscú, que es el que viene en los billetes, en vez del local. En realidad es lo mas sencillo y lo único sensato cuando el país es tan grande.
No todo el mundo se pega 7 días en el tren, la mayoría hace tramos parciales. Aun así, un par de días son suficientes para aburrir al mas pintado. Para mi, en tanto que guiri, está el aliciente del paisaje, el regustillo de la aventura; pero para los rusos es simplemente un lago e interminable coñazo. Todos los rusos que conozco me han mirado con cara de "tu estás tonto!" cuando les he dicho que quería ir hasta Vladivostoc en vez de volar de vuelta a Pekín. Masoquismo turístico, ea!. Los vagones, un poco viejos, pero limpios y arreglados, están divididos en compartimentos de 4 literas. Cada vagón tiene un par de revisores (90% de las veces son revisoras) que son las que cortan el bacalao. Te despiertan cuando llega tu estación, te dan (y te quitan) las sabanas, mantienen el samovar lleno y los baños limpios en la mediad de lo posible. Tienen unas formas un poco marciales pero no se les puede echar en cara. Estas señoras, aunque se turnen, se hacen los trayectos de pe a pa y eso es una paliza importante. Imaginad por un momento el tipo de peinados antibalas que deben de hacerse para aguantar un trayecto así, sin ducha! Tampoco son especialmente aficionadas a respetar la obligatoriedad del uniforme. Muchas se visten cómodo, de andar por casa, con una bata o una camiseta larga, todo muy suelto….pero claro, entonces como sabes que es la revisora? Un par de veces me ha pasado nada más subirme al tren que una señora (en chándal o similar) me empieza a decir cosas que no entiendo y al cabo de un rato descubro que es la revisora que me pide el billete. Creo que teniendo a su jefe a 3000 km de distancia sienten demasiado el miedo al despido. Recuerdo que un día discutía con alguien si es discriminatorio exigir a un empleado tener unas determinadas medidas....en este caso, lo siento, pero debería ser imperativo. Cuando me cansaba de mi litera me iba a las asientos del pasillo a leer. Había una revisora entrada en carnes que se abría paso sin muchos miramientos. Cada vez que recorría el vagón y llegaba a mi lado tenía que saltar contra la pared en posición de voy a ser cacheado o morir aplastado por la tromba de culo que circulaba a toda velocidad.
Otras de las atribuciones de las revisoras -maldita la hora en que se la dieron- es la de poner la música del vagón. Durante los tres días de este último tramo nos torturaron con dos cintas. La primera, un horror escapado del averno del olvido de los 80: Rick Asley, Sabrina. CC Catch... y la segunda, los grandes éxitos del techo de 1996. Lo sé porque en su día los baile todos sobre la tarima de Scape Bar Almansa.....pero ya no tengo edad.
En el tramo hasta Vladivostok me tocó un buen par de elementos como compañeros de viaje. Eugeni, padre, ferroviario cincuentón y Valery, hijo, paraca del ejercito del aire. Tenían un aspecto bastante lumpen. Probablemente viajaban en esta categoría gratis por sus respectivos trabajos. El material de lectura que se habían traído incluía crucigramas y “Mir Criminal” (mundo criminal), una especie de prensa amarilla con tanta sangre como tetas y culos. La cuarta en discordia era una señora de unos 70 años que me pregunto unas 20 veces como decir hola en español, pero que siempre me lo decía en francés. En fin. Al principio nos tratábamos todos con mucho cuidado. Yo, en ruso, no tenía mucho que decir, claro. Con el roce nos fuimos soltando y acabamos contándonos media vida con mi phrasebook, libro va libro viene, como un ping pong de palabras. En tres días pasamos de separación estricta de comidas a una especie de picnic colectivo. La señora no participaba mucho. Le ponía pegas a todo menos a los pepinillos en vinagre de Ulan Ude, que le encantaban.
A lo largo de los días el paisaje fue cambiando poco a poco. Una cosa que no cambia en los miles de km que he hecho son la dachas. Una especie de huertos con casa adyacente que todo el mundo tiene en Rusia. Sirven de hobby, de “casa de campo” y de ayuda económica en forma de verduras frescas propias. Hay dachas a lo largo y ancho de toda Rusia. En las ciudades las ventanas de las casas están llenas de plantas de todas clases que la gente cuida al calor de la calefacción a la espera de la primavera.
En medio de los pasillos del tren hay unos carteles pegados con la lista de paradas y la gente se pasa el día haciendo viajes para averiguar cuando toco la próxima. En la mayoría de las estaciones la parada es tan corta que no se puede bajar, pero unas 3 o 4 al día son de media hora y el tren se vacía sobre los andenes. La gente fuma, habla, compra comida de las babushcas que hacen negocio en la estación. La verdad es que se agradecen. Intenté leer despacio para estirar el par de libros que llevaba, pero a mitad del segundo día me había acabado todas las lecturas. No me quedo más remedio que dedicarme a mirar el paisaje un día y medio más. Es parte de la gracia del viaje.
Finalmente llegamos a Vladivostok. Si Irkutsk es el París de Siberia, a Vladivostok le han encontrado dos parecidos razonables: San Francisco y Estambul. Lo primero viene por estar junto al Pacífico y por tener calles empinadas con tranvías que suben y bajan, lo segundo porque está en una península con la misma forma que el Cuerno de Oro de Estambul y hasta le han copiado el nombre!
En Vladivostok me aloje en un hotel que se llamaba Moriak, lo que resulto significar “marinero”. Haciendo honor a su nombre, como compañero de habitación me toco un fornido hombre de mar que se embarcaba al día siguiente para 6 meses en un pesquero. Suena mal, pero sería mucho peor si el marino acabase de volver a puerto después de 6 meses en alta mar, no?
La ciudad tiene mucho encanto. Estar al lado del mar en una península montañosa ayuda. Hay muchas casas antiguas, calles en cuesta, tranvías, un puerto lleno de barcos de guerra, marineros de uniforme….Todos los coches que circulan por la calle son de segunda mano importados de Japón. La gente los prefiere a los coches rusos nuevos. No se como se aclaran con el volanta a la derecha, pero ellos sabrán. En el resto de Siberia también hay muchos coches japoneses y al parecer la gente viene a Vladivostok en tren, los compra y los conduce de vuelta tropocientos mil kilometros hacia el oeste. Lo más cachondo es que aunque el tren lleva construido 100 años, la carretera transiberiano aun no la han acabado (ni piensan) y hay un tramo de 3000 km sin asfaltar!! No me puedo imaginar lo que debe ser pegarse 10 días conduciendo en medio de la nada por un camino de cabras…vaya moral!
Estando en Valdivostok tuve un par de momentos surrealistas. El primer día me encontré por pura casualidad, para asombro mío y de ellas, con un par de monjas españolas! La cosa fue del tipo: “y tu que haces aquí?”, “pues anda que vosotras!” . Ver para creer. Estaban allí desde hacia años intentando “repoblar” espiritualmente la atea Rusia. Al parecer no va mal la cosa. El segundo momento llegó en mi último día. De repente y por arte de magia todo Vladivostok se llenó de mozas en sus 17, vestidas con una especie de uniforme de colegialas, con delantalcito blanco, coletas y una falda demasiado corta. Estaban por todas partes. Fuera por donde fuera veía grupos de mozas vestidas de esa guisa. Resulto ser el día de la “graduación”del instituto. Un día de fiesta. Yo ya había visto unos días antes la graduación de la escuela maternal, pero lo curioso es que el uniforme de las mayores era el mismo!!! Incluso la misma talla a juzgar por el largo de las faldas!! Igual estaban reciclando el que habían usado 8 años antes o quizás es que lo corto triunfa realmente en Rusia.
Ese día también descubrí que lo del macro botellón no es patrimonio exclusivo de los españoles. Después de las ceremonias respectivas, todas las mozas y otros tantos mozos (de traje) se juntaron en el paseo marítimo y se dedicaron a beber al sol sentaditos en los bancos. Todo esta inventado.
Asi entre paseos y sorpresas llego el día de volverme para China. El último trayecto, para no romper la racha, también fue en tren. De todos los tramos este fue el más absurdo. Para recorrer 400km necesitamos 36 horas. El tren tuvo que parar a esperar otro convoy 8 horas, en la frontera rusa 6 horas, en la frontera china otras 6….. una pesadilla. En bici lo habría acabado antes! Y así, a paso de tortuga volví a mi querida China donde estoy ahora, un mes después, a puntito de salir de viaje otra vez. Esta vez toca Laos. El visado lo recogí esta mañana y el tren sale dentro de 3 horas hacia Kunming en el Sur de China y de alli toca cruzar jungla hasta la frontera con Laos. Que ganas! Ya iré contando.